Dice el grupo Mago de Oz que «cuando un niño pregunte por qué el sol viene y se va, dile que es porque en la vida no hay luz sin oscuridad».
Esta vida, este planeta, tiene cosas hermosas, muy hermosas. Y de entre ellas, los seres humanos somos capaces de sacar lo mejor de nosotros, pero también lo peor. Hoy, papá, te traigo un libro maravilloso. Hoy te escribo sobre ‘Vivir del viento’, de Elisa Vázquez.
Libros como este me recuerdan a las estrellas. Estos astros tan comunes en el universo son los responsables de que tengamos vida en los planetas, nos entregan calor y luz, la tan codiciada luz. Pero también son capaces de, en el final de sus días, mutar hasta acabar con la gran mayoría de los planetas que las rodean. Capaces de crear y destruir vida.
A veces, la tormenta del día a día, con su lluvia de superflua e innecesaria cotidianeidad, nos envuelve en preocupaciones absurdas, mientras a nuestro alrededor hay quien necesita ayuda. De todo y de mucho más se darán cuenta todos aquellos que se internen entre las páginas, las duras pero necesarias páginas de un libro mágico, si por magia entendemos que nos hace ver lo que otros solo imaginan.
En mi caso, tuve mucha suerte. El camino que para mí el destino había pintado en el lienzo de la vida era un buen camino. Nací en un lugar maravilloso, en una familia maravillosa, lo que me ha permitido tener una vida, sin más, fantástica. Pero no todo el mundo tiene esa fortuna. Y menos en lugares como hasta el que nos trasladan las inolvidables páginas de Elisa: la India. En aquel hermoso país, casi un planeta en sí mismo, hay mujeres que han tenido la enorme desgracia de cruzar sus vidas con hombres (el concepto de hombre en este caso queda muy lejos del concepto humano) que, y lo escribo con todas las letras, matan o intentan hacer lo más desgraciada posible la vida de ellas. «Mi nombre es Ananda. No os lo dije antes porque no tiene ninguna importancia. ¡Qué más da mi nombre! Nunca me miro al espejo». Esta frase, tan dura como directa, la podrás encontrar al principio de un libro necesario.
‘Vivir del viento’ te empuja a entender la realidad de lo que trasmite. Porque quizá creamos conocer aquella enorme injusticia infernal, pero una vez que has leído a Elisa Vázquez te aseguro, papá, que la percepción cambia: «Pero yo no podía, nunca le perdonaría, porque no creía en su arrepentimiento; sabía que mi matrimonio siempre sería así», página veintiuno. Duro, ¿verdad? Duro pero real. Por eso y por mucho más, porque te metes de lleno en la piel de aquellas mujeres que navegan en el barco de la injusticia, surcando el mar de la desigualdad, empujadas por un viento que solo entiende que, en el prime time de las televisiones contar estas historias no vende. Es duro, muy duro, sentirte como se siente la protagonista, ver el problema desde dentro, percibir sus pensamientos y sus miedos, escuchar las gotas de frío miedo que le caen por la mejilla, temer pasar a la página siguiente por lo que pueda ocurrir, pensar cómo podrías sobrevivir en un lugar así.Y todo es gracias a la maestría de Elisa, que logra introducirte de lleno en ese barco, llevándote a situaciones que creías lejanas, pero que puede que ocurran a tu alrededor y no sepas (o no quieras ver). Lograr algo así es realmente difícil, y ella lo hace.
Con este magnífico ejemplar, Elisa Vázquez ha cambiado su sendero de la literatura más infantil y juvenil a una literatura adulta. Un salto al vacío del miedo de lo difuso, pero que ella ha logrado realizar y cumplir con sobresaliente. Papá, te aseguro que Elisa, a quien ya conoces de otras ‘Cartas a ninguna parte’, atesora talento y desborda calidad. Cuando se juntan en una única persona talento y sensibilidad el éxito es inevitable.
¿Qué esconden estos seres tan terribles, que son capaces de destrozar vidas? No lo sé, no entra en mi razón. «Un día lo sorprendí mirando con ojos de odio a las pequeñas mientras dormían. El susurro de sus palabras era como el siseo de la serpiente». Este texto, extraído del propio libro, es todavía más duro si sabes que está hablando de sus hijas. «Tiempo después supe que el líquido que nos arrojó Samir solo le había costado ochenta céntimos». No sé si se puede ser más claro, incluso me ha costado escribirlo.
Papá, esta historia, enmarcada dentro del dolor necesario para comprender lo que la escritora dibuja con tanta claridad como es necesaria, nos traslada hasta la vida de una mujer en la India que sufre, al igual que sus hijas, un ataque con ácido. Terrible, realmente terrible. No solo nos lleva hasta ese mundo, sino que también nos revela alas de esperanza cuando cuenta las historias de quienes, contra tormenta y marea, contra el viento favorable del que es fácil dejarse llevar, lucha por un mundo más justo, o al menos lo máximo posible, ayudando a las mujeres que sufren una violencia terrible que, o bien las marca de por vida o bien acaba con su vida. Ejemplos como los que Elisa nos trae, ejemplos como el Café de las Luchadoras o Stop Acid Attacks, muestran a los verdaderos héroes de un mundo terrible.
Este gran libro, contenedor de una terrible historia, nos lleva no únicamente hasta la propia protagonista, sino que también nos muestra las vidas de otras muchas mujeres que, directa o indirectamente, han sufrido lo más terrible. Por ejemplo Heena, de quien nos cuenta que «hay otra mujer que también sonríe. Siempre. Y lo hace con su boca quemada, sin labios, y con el brillo de sus ojos bajo las cicatrices de la frente. Lo hace porque logró salvar a su hija de uno de los peores destinos posibles. Su historia es especialmente terrible porque reúne el minúsculo valor que tenemos las mujeres en este país con una tradición espantosa». Son ellas ángeles entre la furia del huracán, luces maravillosas en la cueva de lo terrible.
Es esta carta, papá, una carta especial. Ya no solo por la gran calidad del ejemplar que tengo entre mis manos, ‘Vivir del viento’, y que seguro que estarás ya deseando leer, sino también porque es una historia terrible por lo que nos traslada, por lo que nos hace ver, por lo que nos hace sentir, por lo que nos hace comprender. Libros como este son necesarios porque puede que todos conozcamos de qué nos habla, pero hasta que nadie te lo cuenta como ella lo hace, hasta que alguien no te lleva a la piel de las víctimas con la genialidad con la que Elisa Vázquez lo hace, hasta ese momento, no lo llegas a entender completamente. Confieso que eso es difícil, confieso que lo ha logrado.
Ojalá sirva este libro para cruzar pensamientos y sirva para avanzar en la justicia y la igualdad, en los sueños de tantos y tantos que luchan, día a día e incansablemente, porque aquello que hoy en día ocurre, no solo en países lejanos, sino en nuestras propias ciudades y pueblos, al lado de nuestras casas, en nuestros barrios, quede en un triste recuerdo.
Puede que tardemos en conseguirlo, pero gracias a valientes como los que luchan por ello desde lo más profundo de sus incansables fuerzas y gracias a voces como la de Elisa Vázquez que lo pone de manifiesto, quizá algún día lleguemos a conseguirlo.
Papá, hoy más que nunca es justo decir: no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
La carta de un libro imprescindible
Hay libros que deben ser leídos por lo que nos cuentan, otros por la calidad que muestran. ‘Vivir del viento’ aglutina ambas razones
25/07/2021
Actualizado a
25/07/2021
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