«Mucha gente presume de no tener miedo. Yo presumo de tenerlo. Eso era lo primero que había que enseñar a los brigadistas,a tener miedo. Unrescate del que no sale nadie, ni el que está dentro, ni el que entra a rescatar, tiene poco sentido». Son las palabras rotundas y contundentes de Federico Fernández, director de la Brigada de Salvamento del Bierzo Alto.
Este equipo especializado en rescates y seguridad en las minas fue fundado en 1986 por 44 empresas del Bierzo Alto para actuar ante las emergencias que se sucedían semana tras semana en las explotaciones de carbón. Para ellos era una tarea más, un trabajo silencioso durante años que ahora sale a la luz después de queLa Nueva Crónica les anunciara que son los premiados con el galardón anual que concede el periódico, La Negrilla de Oro, por su contribución a un sector clave en la historia de la comarca del Bierzo y de toda la provincia de León.
El presidente de la Brigada, el empresario Manuel Viloria, escucha emocionado a Federico Fernández y dice «es verdad que no nos habíamos dado cuenta de todo ese trabajo importante que se hizo. Y tambiénverdad que está bien que ahora se conozca». Y es que ‘La Negrilla de Oro’ de La Nueva Crónica ha servido para que los miembros de este equipo vuelvan a recordar juntos como fueron aquellas tareas. Duras y peligrosas. Algunas con final feliz, otras tristemente no.
Pero también todos los trabajos que se realizaban a mayores para mejorar la tarea en la mina. «No sólo era rescatar hombres, vivos o muertos. Era también apagar fuegos, recuperar ventilaciones en minas ..» infinidad de trabajos para las que había que estar muy preparado y entrenado.
Encontrar hombres que siendo jóvenes y fuertes, fueran a la vez expertos y veteranos no era fácilPor eso, aunque la historia de la Brigada de salvamento dé para muchos capítulos, hay uno especialmente importante. La base de este equipo. Su formación y preparación para estar siempre a punto, como rememoran varios de los miembros de la junta directiva de la Brigada.
Federico Fernández recuerda que ante todo, no resultaba tan fácil encontrar a los brigadistas que reunieran las condiciones ideales para serlo. De base, debían cumplir varios requisitos. «Primero y fundamental, ser buena persona. Segundo, que tuviera unas condiciones físicas mínimas, que no eran tan mínimas. Tercero, que fuera voluntario. Cuarto, quetuviera veteranía y experiencia. Y finalmente , que su jefe pudiera prescindir de él» para las horas dedicadas a la brigada, explica.«Y hombres que cumplieran con todas esas condiciones había pocos.Muchos eran jóvenes y decididos, pero no contaban con la experiencia de 20 años en la mina. Había que buscar a un señor que estuviera sano y fuerte y que aún siendo joven, fuera veterano. Eso en un minero no es sencillo de combinar. Era difícil, pero se logró».
Efectivamente, se lograron los mejores hombres, los que cada empresa aportó, que se incorporaron a este equipo de salvaguarda de los miles de mineros que cada día entraban a los pozos del Bierzo Alto.
Tras ese primer filtro, no todo estaba hecho. «No valía decir que estabas como un toro. Eso tenían que comprobarlo. Lo hacían en el Instituto Nacional de Silicosis de Oviedo, donde nos hacían las pruebas. Allí había gente que las pasada y otros que no. Eincluso a quien le descubrían alguna enfermedad o inconveniente de salud que los propios hombres desconocían tener», añade.
Y después sí. Una vez superado el examen médico, los hombres se convertían en brigadistas.Pero ahí no se acababa la cosa. De hecho, aquello no había hecho más que empezar.
Había varias tareas para que el propio trabajo en la mina era entrenamiento. «De entibamiento, por ejemplo, sabían casi todos, por su trabajo. Pero había que conocer herramientas específicas para el rescate, que nohabíamos visto nunca». Una de ellas, la fundamental, era el aparato de respiración autónoma. A utilizarlo se aprende en una hora, pero a soportarlo requiere horas y horas de entrenamiento. ¿Cuando se hacían estas horas? «Pues el hombre que hacía sus siete horas de mina , eso el día que no tenía que doblar, después había que decirle ‘vamos a echar dos horas con el aparato’. O el sábado, cuando había ganas de estar en casa, le decíamos que había que entrenar. Y allí se iban, a entrenar.¡Pide tú eso ahora!»Eduardo González es otro de los más experimentados brigadistas, y explica algunas de estas prácticas, horas que echaban los brigadistas de forma voluntaria, «porque nunca cobraron», resalta. «En una galería se quemaban unas ruedas, se producía humo y se entraba con las botellas de salvamento para hacer prácticas y adquirieran la resistencia». Porque, añade Federico Fernández, «no es aire fresco como el de los buzos. Es una botella pequeña, tiene que caber por lugares muy estrechos,y el aire se recicla con una reacción exotérmica. Y se va calentando, y calentando y eso no lo soporta cualquiera».También se les enseñaba a emplear aparatosmedidores de gases, por ejemplo. Muchas de estas prácticas se hacían en una galería simulada próxima a la sede de la Brigada, en el paraje de Navaleo, en Torre del Bierzo.Pero también para actuar en la mina real, había que conocerla. Y para conocer 44 minas hacían falta 44 sábados. Eso eran casi todos los sábados del año. Era importante conoce los accesos, las dimensiones, las características... para cuando hubiera que actuar de verdad.Otro de los aspectos importantes que destacan tanto Viloria como Eduardo González, era «la calma.Aprender a pensar, a tener cabeza y prudencia antes de actuar». Esa prudencia que al principio Federico Fernández llamaba «miedo».Había que conocer todas las minas. 44 minas eran 44 sábados,casi todos losde descanso del añoRecuerda una de las actuaciones en una mina incendiada. «Trabajar con humo es lo peor, porque el humo te desorienta, no ves, no sabes si entras o si sales, tienes que ir agarrado al compañero porque si alguien se cae no lo vez... y ¡vale dios que ese día nos atacó el miedo! Era un humo tan denso que parecía que se cortaba. Nos dimos cuenta a tiempo que allí no se podía trabajar. Y dimos la vuelta. Si hubiéramos seguido habríamos quedado todos dentro». Pero la brigada tenía que seguir escribiendo capítulos. Y siguió. Por decenas, por cientos... Cada semana nuevos entrenos, en el gimnasio, en la galería simulada, en cada uno de los casos a los que se acudía. Así se forjaba un brigadista y así se salvaban mineros atrapados, poniéndole voluntad, tesón y corazón, pero también cabeza, y cuando hacía falta, también teniendo un poco de miedo.
"Lo primero que había que enseñar a los brigadistas era a tener miedo"
La Brigada de Salvamento del Bierzo Alto recuerda sus acciones, retos y logros en más de tres décadas al conocer su premio Negrilla de Oro de La Nueva Crónica
27/10/2019
Actualizado a
27/10/2019
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