El uso de estos aviones no tripulados equipados con cámaras de distintas características permite al responsable del viñedo disponer de una "zonificación del viñedo", en relación a distintos parámetros. “Con las diferentes imágenes, se elabora una cartografía que luego se procesa para obtener un mapa de colores zonificado. Al viticultor se le entregan estos mapas que hablan de diversos factores, como la maduración de la uva o la incidencia de las plagas”, explica la investigadora.
En esta "cartografía por zonas", el principal aspecto que se tiene en cuenta es el vigor de las viñas, directamente relacionado con indicios de enfermedades, lo que ayuda a una detección temprana de las mismas. Pero la técnica también puede servir para disponer de información sobre el grado de maduración de la uva, para conocer el momento óptimo para la vendimia, o sobre la eficiencia del riego, para evitar problemas asociados al estrés hídrico.
Además, ese conocimiento añadido sobre el estado concreto de cada una de las plantas también ayuda al viticultor a "gestionar los insumos adecuadamente” y a “evitar despilfarros". "Los drones no van a hacer por sí solos que el vino sea mejor, pero aportan una información valiosa para tomar las decisiones oportunas", insiste García, cuya tesis doctoral se centra en la eficiencia que aporta el uso de estas técnicas geomáticas avanzadas en las producciones vitivinícolas.
Viticultura de precisión
La principal aportación que propone la agricultura de precisión respecto a su equivalente tradicional se basa en el uso de las nuevas tecnologías y las técnicas geomáticas para obtener mayor información antes de actuar sobre los cultivos. En ese sentido, García apunta que, en el ámbito de la viticultura, este modelo “no se basa solamente en hacer mapas y cartografías” y puede crecer hacia métodos como la georreferenciación de parcelas, la elaboración de bases de datos con información pormenorizada sobre distintos parámetros del cultivo o la gestión de todos esos datos desde una aplicación móvil diseñada al efecto, con maquinaria guiada por GPS.
Todos estos usos que hasta hace muy pocos años estaban restringidos al terreno de la ciencia-ficción ya se están poniendo en marcha gracias al impulso de grandes grupos bodegueros con origen y presencia en Castilla y León, como Emilio Moro y su red de sensores conectados por satélite, o las experiencias innovadoras que se llevan a cabo en las diferentes instalaciones de los grupos Matarromera y García Carrión.
Procesado de imágenes
Una de las grandes ventajas que ofrecen los drones es su sencillez, tanto a la hora de programar un circuito de vuelo como para transformar las imágenes en cartografías. “Poner a volar un dron y hacer un mapa es muy fácil, porque se hace todo a través de un programa informático”, explica García, cuya carrera profesional ha estado vinculada desde sus inicios al procesado de imágenes digitales. Al respecto, la investigadora recalca que, una vez obtenidas las imágenes por la aeronave, “pasar esa ortofoto a un mapa que dé información sobre cómo está la viña ya es un proceso que requiere de más conocimiento sobre el procesado de esas imágenes”. Además, la técnica requiere del uso de cámaras multiespectrales, capaces de captar longitudes de onda invisibles al ojo humano pero valiosas por la información que pueden llegar a aportar.
Dado que el procesado de la información que se capta se lleva a cabo a nivel digital, de manera que es el propio software el que interpreta el valor de cada pixel concreto, uno de los principales obstáculos a la hora de fotografiar los terrenos son las distintas condiciones de luz. “Es lo más complejo y para algunos trabajos es necesario hacer una transformación a reflectancias, que significa pasar a una escala en la que no influya la luminosidad concreta del día”. De esta manera, “al procesar la información, numéricamente obtenemos el mismo valor en un día oscuro que en un día de sol”, relata García.
Versátiles y baratos
El uso de estos pequeños aparatos voladores, cuyo nombre podría traducirse al castellano como 'zangános', es el más extendido en el novedoso mundo de la agricultura de precisión por dos motivos principales. El primero es su versatilidad, ya que acoplando a la aeronave distintos sensores como cámaras termográficas, se puede llegar a obtener información sobre parámetros muy útiles para la práctica agrícola. “Se pueden hacer muchas cosas con un dron, ofrece muchas posibilidades para orientar al agricultor”, resume la investigadora. Como muestra, los resultados obtenidos tras la implantación del uso de drones por la bodega manchega Lahoz, que vio como el ahorro medio en riego alcanzaba el 11 por ciento, con una disminución de abonos del siete por ciento y una mejora global de la productividad cifrada en un 12 por ciento.
De manera más directa, el segundo motivo de la rápida colonización de los cielos a cargo de estos pequeños aviones autónomos también tiene que ver con el aspecto económico. “Es el instrumento que más se está usando porque es barato”, explica García, que considera que esta expansión en la utilización de los drones es una muestra del “paso a la era digital" que está dando un sector tan ligado históricamente a la tradición como el agrícola.
El minifundismo berciano
En el caso de los viticultores y bodegueros bercianos, la particular distribución de la propiedad de la tierra en la comarca y la tendencia al minifundismo que ha impregnado la cultura agrícola de la zona pueden ser un arma de doble filo para la expansión del uso de esta tecnología. Y es que, como recuerda García, las grandes bodegas ya usan desde hace años las imágenes de satélite, que “ofrecen información de zonas muy grandes pero con detalles muy pequeños y van bien para grandes extensiones”. En ese sentido, “un dron aporta lo mismo, pero a un nivel de detalle mucho mayor”, lo que a priori debería fomentar la adopción de esta técnica por los viticultores locales, que se verían favorecidos por este aumento en la resolución de las imágenes.
Sin embargo, llevada al extremo, la situación puede llegar a provocar que el sistema no resulte rentable. “Aquí las bodegas suelen ser más pequeñas y no hay producciones extensivas”, explica la investigadora, que asegura que “las parcelas están más disgregadas y es más fácil recorrerlas en una mañana”. Además, recuerda García, “siempre está la opción de que algunos viticultores vecinos se pongan de acuerdo para analizar sus diferentes viñedos de manera conjunta”.
Tras validar las distintas cartografías para comprobar su nivel de exactitud cotejando los datos con los obtenidos sobre el terreno, o lo que es lo mismo, “comprobar si los mapas coinciden con la realidad", la investigadora avanza que el siguiente proyecto relacionado con los drones y el sector vinícola consistirá en la elaboración de una cartografía de las variables de calidad del mosto. Los resultados de esta investigación se esperan de cara al final del verano, una vez se haya iniciado el proceso de maduración de la uva y antes de que llegue la vendimia, para comprobar, una vez más, la coincidencia entre los datos que aportan las imágenes procesadas obtenidas por las aeronaves y la realidad tangible de las viñas.
Por otro lado, la investigación llevada a cabo desde el grupo Geoinca del Campus de Ponferrada también se centra en la aplicación de esta técnica en las plantaciones de frutales de la comarca, especialmente las de perales y manzanos. Además, otro proyecto en el que también colabora el grupo de investigadores bercianos propone usar los drones para localizar las plantas de senecio, cuyos altos contenidos en alcaloides contaminan las plantaciones comerciales de manzanilla.