Luis Artigue, Miles Davis y Café Jazz

Luis Artigue nos muestra, una vez más, en ‘Café Jazz el Destripador’, su enorme talento sumergiéndonos de lleno en dos tramas que confluyen para conformar un libro único.

Ruy Vega
28/06/2020
 Actualizado a 28/06/2020
Luis Artigue es el autor del libro que desgrana Ruy.
Luis Artigue es el autor del libro que desgrana Ruy.
Papá, qué mejor manera para comenzar esta nueva ‘Carta a ninguna parte’ que con el primer párrafo del libro que hoy te traigo: «Faltaban unos minutos para que aquel pastor baptista de rostro como embreado, voz de góspel, sonrisa de carnaval y una especie de túnica que le desilueteaba el cuerpo le practicara a Miles Davis un exorcismo». ¿Se puede empezar mejor?

Luis Artigue, de quien ya te hablé hace un año tras la publicación de su maravillosa ‘Donde siempre es medianoche’, nos trae ahora ‘Café Jazz el Destripador’, una novela en donde la figura de Miles Davis proporciona el camino para una perfecta ambientación, una enorme técnica y una atmósfera que te atrapa, rodeada de Jazz, drogas, locales, amores, desamores y amistad.

Recordarás que ‘Donde siempre es medianoche’ desbordaba originalidad y talento. Lo ha vuelto a hacer. Creo que, si no existiera Luis, alguien tendría que inventarlo para que siguiera escribiendo con ese estilo tan único. Y no es fácil mantener durante tanto tiempo un alto nivel. Luis Artigue ha sido muy reconocido desde sus comienzos. El año pasado, papá, llegó a ganar el Celsius con su anterior novela, uno de los premios más relevantes del país. Estoy seguro que ‘Café Jazz’ tendrá un recorrido parecido, y no solo será reconocido por el público, sino también por la crítica.

A veces me doy cuenta, papá, de que durante el camino que hicimos juntos, hablamos mucho de literatura, de libros, de escritores, de estilos y de novelas, pero poco o nada de música. Quedaban entonces muy lejos nuestros gustos. Lejos, enormemente lejos. Estoy seguro que libros como este o como ‘Una chica sin suerte’, de la que ya te hablé hace mucho tiempo, nos habría servido para adentrarnos, de una manera conjunta y al unísono, en el Jazz y el Blues, conociendo de la mano las vidas tan novelescas de aquellos que se esconden tras el artista.

Me llama mucho la atención, y lo admiro profundamente pues para mí entraña una enorme dificultad, lograr la ambientación que Luis consigue. Porque no solo es cuestión de usar las palabras adecuadas en el momento preciso, sino que también es necesaria una labor de documentación y estudio casi faraónica (esto creo habértelo comentado ya en varias ocasiones con otras novelas). Detrás de la novela que hoy te traigo hay una labor, sin duda, gigantesca.

Pero no puedo dejar pasar la belleza estilística que al autor entrega en cada página. Y es que estoy seguro que, si todavía estuvieras aquí, este libro nos habría dado para charlar durante horas. Seguro.

Tengo resaltados en el propio libro un buen número de párrafos y diálogos, de los que no voy a poder más que hacerte una pequeña muestra, pero que estoy seguro que tendrás ganas de leerlo una vez los disfrutes aquí. Ya en las primeras páginas unos de esos que sacan una sonrisa y que, además, entregan un estilo propio de gran talento: «La situación, de no ser monstruosa, se diría que conllevaba una comicidad extravagante». Una maravilla, sin duda.

El libro no solo nos muestra con los ojos de Miles, la sociedad de la época, haciendo especial énfasis en el mundo del Jazz, sino también en los círculos en los que las drogas y el alcohol (quizá no debería separarlos con un ‘y’) eran parte del día a día. Y aunque uno de los personajes que intervienen en el presente diálogo no era de los más, digamos, absorbidos, sí que me parece un texto, de nuevo, genial y ejemplarizante: «-Reverendo, ¿puedo ofrecerle algo? / -Pues ahora que lo dices, doctor Miles, aún no he desayunado. / -¿qué tal la tarta de sirope de zarzamora que se hace en esta casa? / -¿Acompañada de café con bourbon?». Y es que Luis no nos muestra las drogas con ese lado más bohemio que se puede ver en otros textos, sino que nos habla de ellas con tremenda realidad, con su dureza y toda la crudeza que es necesaria para entender no solo el personaje protagonista, el propio Miles, sino también la sociedad, o la parte de la sociedad en la que se sumerge.

Y entre lo anterior y ese humor tan característico y descriptivo, que le proporciona a la novela un estilo inimitable, encuentro otro de los párrafos que deseo que leas: «¡Pero él había neutralizado ese aislamiento introduciéndose en el mundo también místico de opiáceos como el hachís, la marihuana y el amor nunca correspondido!». Sencillo, directo.

El texto, papá, viene acompañado con una serie de ilustraciones hechas por Ángel de la Calle, que complementan perfectamente y que nos transportan, visualmente, a lo que nuestra mente dibuja en cada lectura.

Pero esta novela que hoy te traigo no únicamente está perfilada bajo la mirada única de Miles, sino que maneja con perfección dos mundos distintos, dos novelas acompasadas, que confluyen para mostrarse como una única. Una, en Nueva York de los años cuarenta, otra, en París de mediados del siglo XIX y ambas unidas ya no solo por la pluma del autor, sino por quizá, el propio destino. Los saltos de una a otra no hacen sino enriquecerla.

De esta segunda historia, ambientada en París, te resalto: «He visto cómo agonizaba, cómo la vida se iba desconsiderando en sus ojos, y cómo finalmente fallecía igual que anochece en primavera: de modo gradual y penumbroso, pero plácido». También este otro, que muestra esa otra mirada del autor, íntima y sincera: «Me miro en un espejo de la pared: estoy delgada como quien se alimenta solo de sus emociones más negras».

El personaje se nos abre por completo, llegando a mostrarse tal cual es.Poco me queda ya de esta carta, papá, y estoy seguro que ya tendrás ganas de leer de nuevo a Luis Artigue, de quien ya esperamos con impaciencia una nueva creación. Me gustaría cerrarla con un diálogo en el que de nuevo, bajo el humor se muestran ideas sinceras que muchos han sentido. Lo puedes encontrar ya al final del libro: «-Creo que necesito ese demonio para poder crear. / -Yo opino que ese demonio siempre estará en usted. ¡Siempre será un verdadero cabrón! / -¿Lo dices en serio o solo por halagarme?».

Es pues, papá, ‘Café Jazz el Destripador’, uno de esos libros a leer y disfrutar, uno de esos en los que, si puedes sumergirte en ellos mientras escuchas Jazz, el momento ya es perfecto.

No lo sé, papá, puede que nunca leas estas cartas o puede que sí, que el caprichoso destino sea benévolo, y empuje cada una de mis palabras hacia donde ahora te encuentras, no lo sé, pero también puede que, nuestras vidas, al igual que la literatura y la propia música, nos enseñen que, sin duda, no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
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