"Por los niños lo que sea" dijo Melchor antes de bajar del autobús que trasladó a los monarcas, a sus pajes y al embajador plenipotenciario berciano, el Mago Chalupa hasta el punto de partida de la cabalgata, en el entronque con la avenida de La Cemba. Lo decía mientras veía como la lluvia cogía fuerza al llegar la hora fijada para su aparición. Media hora esperaron los de Oriente a que amainara el temporal y, en vistas de que no era así, se armaron de magia y se subieron a sus púlpitos entre los paraguas de sus pequeños pajes para hacer un recorrido más rápido de lo previsto y repartir caramelos como si la lluvia no existiera.
Abría la comitiva la estrella a la que siguen y les acompañaban, como novedad, este año un grupo de zancudos, una malabarista y unos gigantes osos nórdicos acostumbrados a este mal tiempo. De hecho, el Macho Chalupa había dicho el día anterior, al recibir las llaves mágicas que abren todos los domicilios para repartir los regalos en cada casa, que su viaje había sido duro, entre nieve, pero que eso no le había quitado la ilusión de ver de nuevo las sonrisas de los niños ponferradinos que los esperaban.
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Un tren también acompañó a los monarcas durante su recorrido por la ciudad, en el que la lluvia continuó sin dar tregua, sin saber que no podía luchar contra la magia de los monarcas de Oriente.
Cinco carrozas pasearon por la ciudad al ritmo de villancico mientras que miles de ponferradinos se apostaban bajo sus paraguas para no dejar la cita para otro año. Los monarcas han agradecido esa recepción, a sabiendas de lo incómodo que resultaba para todos las horas bajo la intensa lluvia.
En localidades bercianas como Bembibre se canceló la salida y en otras se redujo a un encuentro en un recinto cerrado.
Los monarcas habían iniciado la mañana visitando a los niños y mayores ingresados en el Hospital El Bierzo, donde agradecieron a los sanitarios sus cuidados y recogieron los deseos de los enfermos para los que ellos mismos empaquetaron un montón de fuerza para su pronta recuperación.