Dónde acaba lo que crees? ¿Dónde comienza aquello que no se olvida? ¿Dónde llega el amor y se esconden las apariencias? Los caminos… ¿Dónde se juntan dos caminos destinados a ello? La suerte o la desgracia del sendero que te ha tocado andar, el mar que te has de surcar. Henar sabe mucho de eso, sin duda.
Papá, hoy te traigo a una autora escrita con las letras mayúsculas del talento, de la que hasta ahora no te había hablado nunca, salvo en la carta que te envié para hablar de Bierzo criminal, donde aporta uno de los relatos. Hoy vamos a hablar de Helena Tur, ibicenca de nacimiento, pero corazón berciano. Helena nos lleva hasta el propio Bierzo en esta novela, de título Malasangre, a una época ya pasada, pero donde nos habla de lo actual, de lo que cada día nos rodea. Envuelto en el terciopelo de la joven Henar, esta historia, más allá de la joven huérfana que trabaja en un lugar donde han desaparecido jóvenes, es una aventura de sentimientos. Henar es la figura que representa el miedo a lo que nos rodea si hacemos caso siempre a las palabras que cada día nos trae el caprichoso viento, es la figura que nos escribe día a día que a pesar del miedo hay que luchar por tu felicidad y la de los que te rodean, es la imagen de un amor de ida y vuelta, de sensaciones incontrolables salvo por, de nuevo, lo que nos trae el viento.
El texto, tratado con cariño en cada frase, está constituido por la especial belleza de nuestros caminos, de nuestros pueblos, de nuestras montañas, valles y ríos. Papá, se respira Bierzo en cada página, en cada palabra. Sé que la autora ama esta tierra. Ojalá pueda venir pronto.
Comienzan las vidas en instantes ya con años pasados. Así lo creo. Todos nosotros, cada uno, vivimos varias fases, varias vidas en nuestro único y complejo día a día. Y así le pasa a la protagonista, que pasa de una casa amigable a buscarse la vida entre paredes de alternativas tendencias y sentimientos confusos. Duro el momento que podemos leer al poco de comenzar: «A mediodía recogió las escasas pertenencias que le quedaban, después de todo lo que le había obligado a devolver doña Remedios, y las metió en una vieja maleta de cartón a la que le faltaban las hebillas, por lo que tuvo que atarla con una cuerda (…). No lloró». (Todos deberíamos llorar, quizá, varias veces al día).
Es un libro que sé que te gustará, cuando tengas la oportunidad de leer, desde ahora te encuentras. No puede ser de otra manera; si allí están las cosas importantes, estará la literatura, sin duda.
No es difícil hacerse con el cariño de Henar. Apenas unas páginas para meternos en su piel, en la piel de aquellas que luchan por un mundo mejor. Pero no tanto un mundo mejor para ella, sino que para los que la rodean. Eso es maravilloso, ¿verdad? Cuántos, cuántos de los que nos rodean luchan por una sociedad mejor de los que habitan en su día a día. Por eso, y por la época en la que Helena nos cuenta la historia, Henar es, desde que comienzas a leer, heroína de la realidad. Así nos la describe la autora: «De curiosidad innata, había aprendido pronto a leer y a escribir. Era impaciente, defensora de las causas injustas y, aunque comía poco, le gustaba mucho el dulce.
Blasfemaba, por lo que recibió algún castigo que en esos momentos no consideró desmedido y cumplió, orgullosa de su carácter rebelde. No le costaba someterse a la férrea disciplina del hospicio, pero sí que se enfrentaba sin miramientos si alguien ofendía o no era considerado con los más débiles».
Poco a poco, papá, te irás envolviendo no solo con la personalidad compleja y atrayente de cada uno de los personajes, sino también por sus historias individuales que, como en la vida real, son mucho más amplias que lo que se puede ver de cada uno de nosotros. No sé, pero puede que la literatura nos hable mejor de la vida que la propia vida.
Como te decía, Malasangre discurre por nuestro amado Bierzo. Muchas son las referencias, la explicación y detalle histórico, de nuestros pueblos, de Las Médulas, de Ponferrada, de lugares que papá, tantas y tantas veces recorrimos juntos. No hay más que detenerse en párrafos como el siguiente para entender de qué te hablo: «El sol ya estaba bajo cuando se detuvieron en el Puente de la Puebla para pagar el último portazgo y que les abrieran las cadenas de hierro. Atravesaron el Sil y, ya en Ponferrada, se detuvieron en la plaza de la iglesia de San Pedro de la Puebla. Las murallas del castillo del Temple aparecían doradas por la luz del atardecer. El castillo no pasaba por sus mejores momentos y las autoridades habían permitido que la extensión del prado amurallado fuera aprovechada para el pasto».
Hoy en día nuestro Castillo (sí, nuestro) forma parte del escudo del corazón de cada uno de los ponferradinos. Además, el propio libro nos sirve para redescubrir costumbres y leyendas bercianas que llevamos arraigadas en nuestros latidos. Helena Tur lo hace con certera plasticidad, incluyéndolas en una trama ya atractiva de por sí. Lo podemos descubrir en párrafos como el siguiente: «Cuentan que un eremita, San Genadio, estaba rezando en la cueva en la que se había retirado y que el ruido del agua interrumpía su meditación. Deseó el silencio desde lo más profundo de su ser y el silencio se hizo. El arroyo cayó y, aunque continuó descendiendo por el valle, pasó a ser conocido como el arroyo del Silencio».
Como te decía, se trata de la historia de una joven que, dejando la casa en la que trabajaba por circunstancias vitales, debe comenzar una nueva vida entre las paredes de una vieja casa de piedra, cuidando de un espíritu joven, al que desea abrir el mundo enseñándole a hablar, cuando el resto ya ha perdido la esperanza. El día a día, difícil de por sí por lo que esconden los ojos de un cabeza de familia extraño y violento, se complica con desapariciones, encuentros inesperados, leyendas y, por supuesto, corazones que laten con la fuerza del que siente. ¿Corazones que laten con fuerza? Sí: «El orgullo herido heló las lágrimas que continuaban en los ojos de Henar impidiendo que cayeran. Sintió un nudo en la garganta, el corazón roto, la esperanza truncada y el desánimo en todo el cuerpo. En aquel instante no le habría importado morir».
Te irás envolviendo con la personalidad compleja y atrayente de cada uno de los personajes, también por sus historias...Siento la necesidad de seguir leyendo a Helena Tur, y sé que lo volveré a hacer de nuevo, no tengo ninguna duda. Lo que cuenta, cómo lo cuenta, lo que dice, cómo lo dice, lo que escribe, cómo lo escribe, lo que dibuja entre palabras, cómo lo dibuja. A Helena le ha ido bien, muy bien, con esta novela. Pero eso no importa. Lo que realmente importa es hacer lo que ella hace: lograr escribir algo que, cuando otra persona lo lee, le llegue a lo más profundo. Y lo ha logrado.
Papá, hoy te he escrito esta nueva carta un sábado caluroso, pero nublado, del Bierzo, la preciosa comarca en la que tú y yo nacimos, el hermoso lugar que me enseñaste a amar y a admirar, los valles que recorrimos hablando, sonriendo, caminando… Y todo eso ya forma parte de la historia personal de Helena Tur, una berciana más, cuyo corazón es de una isla que a nosotros nos suena lejana, pero cuya sangre ya es blanca y azul.
Me despido ya, prometiéndote una nueva carta dentro de poco, sabiendo que, ocurra lo que ocurra tus palabras siempre estarán conmigo, como cada uno de los instantes que pasamos juntos, como cada momento que me hizo comprender, tras tu partida (sí, creo firmemente que no se trata más que de una partida hacia otro lugar), que no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.
Malasangre, Helena Tur y el Bierzo
La autora nos lleva de viaje al Bierzo más profundo, a una época dura y compleja, a través de los ojos de una joven a la que admiraremos desde la primera a la última página.
29/05/2022
Actualizado a
29/05/2022
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