Directa, cercana, transparente. «No olvidéis que a los niños os llevo en el corazón». Así dice la carta que Manuela López dirigió, hizo treinta y dos años el pasado mes de abril, a un grupo de escolares bembibrenses que le habían enviado una entrevista solicitando su colaboración para un trabajo sobre «escritores leoneses y animación a la lectura». Petición a la que respondió devolviendo la misma cumplimentada a mano y acompañada de una cariñosa misiva y de un ejemplar de su libro ‘Caminito de papel’ (1987), cuyos poemas son buen reflejo de su afirmación. Como lo son también los del titulado ‘Poemas infantiles’, que vio la luz en 1992, y otros de su amplia obra.
Entrevista inédita que ahora se rescata como testimonio de admiración y recuerdo, en la convicción de que, aun tratándose de un documento escolar de corta extensión, servirá para que el lector se acerque y conozca un poco más a esta destacada poetisa y maestra berciana, coincidiendo con la reciente publicación del libro ‘Manuela López García: Una vida, una obra’, que han escrito en su honor cerca de medio centenar de personas del mundo de la literatura y la creación, coordinadas por Mercedes G. Rojo, con la pretensión de reivindicar y proyectar nuevamente su figura y su obra. Y también con ocasión de haberse presentado hace poco, por el Ayuntamiento de Cacabelos, el poemario ganador del IV Certamen Internacional de Poesía que lleva su nombre, Manuela López, y que recayó en la obra ‘De regreso a la estación vacía’, del escritor cubano Rubiel González Labarta.
Manuela López García (Cacabelos, 1910-2005), más conocida como Manolita o Doña Manolita, fue maestra de profesión (siempre maestra, decía, no profesora) y poeta de sentimiento y corazón. Una joven llena de ilusiones que, tras cursar los estudios de Magisterio, durante los cuales había pasado por residencias tan diferentes como las Teresianas y la Residencia de Señoritas María de Maeztu, en León y Madrid, respectivamente, se vio sorprendida por la tragedia de la Guerra Civil que trocó sus sueños en fatalidad al ser fusilado su esposo estando ella encinta de su primer hijo. Lo que marcaría definitivamente su vida posterior, tanto en lo personal como en lo profesional, pues al verse incluida en el grupo de maestros represaliados no obtendrá su primera escuela pública hasta 1959, si bien, entretanto, dio clases en la academia privada Gil y Carrasco de Cacabelos encargándose de la educación de las niñas.
En todo caso, y aunque tuvo que jubilarse anticipadamente a los 64 años debido a un problema grave de visión, los niños siguieron siendo su consuelo de por vida, su «complemento directo», pues le entusiasmaba «oler a madre y a hogar»; uno de los motivos que le llevó a contraer un nuevo matrimonio del que nacería su segundo hijo.
Con todo, Manolita nunca superó el trauma y las secuelas que le dejó la guerra, de ahí que su gran obsesión fuese la búsqueda de la paz y el amor entre los hombres como revulsivo para sobreponerse al «mar tempestuoso de mi vida», que le negó hasta lo más legítimo, la presencia de su marido. «Un calvario» y exilio interior a los que respondió con su mejor argumento: la poesía como refugio y espejo de su compromiso ético.
Hablamos por ello de una poesía intimista, en el sentido humano y sentimental, en la que destaca asimismo la presencia de los sentimientos religiosos, porque, según ella misma escribió, «su vasija está saturada de Dios», un ser vitalmente necesario para sí ante el vacío y la desesperación. Poesía sincera y sentida, hilada con un lenguaje delicado, pleno de lirismo y bellas metáforas, versificada tanto en estrofas de formas clásicas: romances, décimas y sonetos «de irreprochable factura», a decir del profesor Francisco Martínez, como en composiciones de verso libre.
Aunque su primer libro, ‘Cauce para un latido’ (1977), fue publicado cuando la autora tenía una sesentena de años, una parte de su poesía había visto la luz anteriormente en medios como ‘Promesa’, ‘Bierzo’ y ‘Aquiana’, de Ponferrada, o la revista ‘León’, de Madrid, o permanecía inédita.
Luego vinieron ‘Caminos de soledad’ (1982), ‘Caminando por la ausencia’ (1989), ‘Cuando arde el silencio’ (1989), ‘Arena y viento’ (1989), ‘Intimidades’ (1993), ‘Luces y sombras de un diario’ (antología poética, 1998-2001), ‘Entre brumas’ (2003), cuyos títulos son sobradamente expresivos de las temáticas que los pueblan: la ausencia, los recuerdos, el dolor, la soledad «su gran tema», en palabras del también profesor José Enrique Martínez, o el desgarro inacabable que le llevaba a decir que «estaba esperando la muerte como una liberación».
En total, una quincena de libros publicados siempre en formatos modestos, cuadernillos y separatas de la revista ‘Fuenteencalada’, y que bien merecen una edición total de mayor empaque, tanto y más teniendo en cuenta que, según su amigo Emilio Vega, un cincuenta por ciento de su obra permanece inédita. Obra que otro buen amigo, Augusto Quintana Prieto, ya desaparecido, estimaba en más de 1.200 composiciones. No hay que olvidar que durante la última etapa de su vida, ya achacosa y enferma, escribió, al parecer, de modo compulsivo.
Dicho lo cual, retomamos el objetivo inicial de este artículo, que no es otro, como se dijo, que la recuperación de una «entrevista escolar» que le hicieran en abril de 1989 un grupo de alumnos de segunda etapa de EGB del Colegio Público ‘Menéndez Pidal’ de Bembibre, para lo cual le enviaron, junto a otra veintena de escritores leoneses, un cuestionario de ocho preguntas acerca de sus intereses y motivaciones preferidas a la hora de escribir, y cuya respuesta manuscrita llegó a los pocos días acompañada de una cariñosa carta, en este caso escrita a máquina, y un ejemplar del ya aludido libro ‘Caminito de papel’, cuyos poemas fueron objeto de lectura y comentario en la clase, al igual que las respuestas de la entrevista, para apoyar el ejercicio de la composición escrita.
Comienza su carta dando las gracias por haber contado con ella para la realización del trabajo sobre literatura leonesa, por el cual les felicita y anima a seguir estudiando con el fin de «adquirir cultura, no sólo para hallar un puesto de trabajo» el día de mañana, sino también por «la satisfacción que produce al espíritu». Deseos que redondea con dos frases que son como señas inequívocas de su convicción personal y religiosa: «No olvidéis que a los niños os llevo en el corazón» y «Que Dios os bendiga y conceda a todos mucha felicidad y suerte en la vida». Quedando a su disposición con un tierno abrazo.
En cuanto al contenido de la entrevista, a pesar de su corta extensión, las respuestas reflejan sus principios, reflexiones e información de su obra no ajena a su condición de maestra. Así, manifiesta que el acto de escribir supone para ella una forma de «encontrarse a sí misma», y realizarse como ser humano. Que sus libros son «producto de una vida desgarrada», motivo por lo cual no les recomendaba su lectura hasta que «seáis mayores», pues «la vida es bella» y ahora os toca mirarla «con alegría». Viene aquí a cuento su primer libro ‘Cauce para un latido’, del que Camón Aznar dice en el prólogo que «nuestra poetisa está siempre sumergida en la nebulosa lejanía de las nostalgias». Como excepción de esa poesía desgarrada, hay que mencionar los ya citados ‘Caminito de papel’ -prologado e ilustrado por dos ilustres villafranquinos: Carnicer y Beberide-, que junto con ‘Poemas infantiles’ son dos títulos destinados a los niños cuyos temas y tonos armonizan plenamente con sus intereses y sensibilidad.
Recuerda asimismo la autora que en su niñez «escribía redacciones y alguna carta a las amigas». Que lo de la poesía fue bastante posterior, siendo la «inspiración enriquecida a veces con la observación», el elemento que la motiva a escribir sus versos que manan siempre con «rapidez y sin apenas corregirlos», lo cual reconoce como uno de sus «defectos».
Celeridad y premura que contrasta, por otra parte, con otros poetas y escritores leoneses como Antonio Gamoneda, Antonio Pereira y Valentín G. Yebra que corregían sus textos una y otra vez, o hasta cuatro o cinco veces confiesa Ramón Carnicer.
Ya por lo que se refiere a las temáticas que más le atraen, se decanta en este caso por los temas pacifistas, los bercianos, religiosos, infantiles y sociales, siempre con ese matiz intimista, del que recalca «no puedo apartarme de mi yo». En definitiva, una corta pero sugerente radiografía literaria que acompañamos de este tierno poema romanceado ‘Canta, ruiseñor’, tomado del referido libro ‘Caminito de papel’, y los textos de su carta y entrevista, respondida y firmada de su puño y letra. Añadiendo, como broche, que Manuela López era además Hija Predilecta de Cacabelos.
«En el nido de un manzano / canta y ríe el ruiseñor, / canta, ríe, llora, sueña / en su nidito de amor. / Le canta al sol y a los vientos, / le canta al almendro en flor; / le canta al arroyo dulce, / canta al prado y al alcor. / La hembra entre tanto vierte / su tibieza y su calor / en las esferitas blancas, / huevecitos de candor. / Sigue cantando, cantando, / no te calles, ruiseñor».
Manolita López: "A los niños os llevo en el corazón"
El historiador berciano recuerda a la poetisa cacabelense desde una entrevista escolar inédita que le hizo hace 32 años un grupo de colegiales de Bembibre, como homenaje a su memoria
19/09/2021
Actualizado a
19/09/2021
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