El próximo 10 de enero arrancarán los módulos teóricos y prácticos de uno de esos programas formativos subvencionados por la Junta, el Ecyl y el Fondo Social Europeo. En este caso, el curso está orientado a la composición de mueble modular de tablero y aglomerado, materiales que “hoy en día están muy de moda”, reconoce con cierto pesar en su voz. Y es que se nota que su verdadero amor son las maderas nobles, macizas y, en la medida de lo posible, autóctonas, como el castaño, el nogal o el cerezo.
Con una trayectoria de más de 40 años en el oficio, los inicios de Pepe en el mundo de la madera se dieron a una edad muy temprana, en la primera ocasión que cayó en sus manos una sierra de pelo para marquetería. Más tarde, asistió a la antigua Escuela Sindical de Ponferrada, donde aprendió de fabricación mecánica y ajuste en una época en la que no estaban al alcance de todo el mundo los tornos y fresadoras tan comunes en la industria de hoy en día. “Te enseñaban a hacerlo todo con sierra y lima”, recuerda el artesano, que grabó a fuego la lección de medir dos veces para cortar una vez.
Horas y horas para fabricar cada una de esas piezas le sirvieron para aprender algunas de las claves que ha utilizado a lo largo de su vida profesional, como la paciencia o la precisión. “No hay mal que por bien no venga”, explica Pepe, que tras ese fugaz escarceo con el mundo del metal, retornó a la madera que le había enamorado de niño. De esa época también conserva los conocimientos suficientes para utilizar una pequeña fragua con la que adapta sus herramientas cuando la pieza lo requiere. Al respecto, uno de sus ingenios más llamativos es una curiosa sierra vertical de marquetería accionada con los pedales y engranajes de una bicicleta de montaña y dotada de unas robustas ballestas de fresno y de un sillín de madera maciza.
Los viejos talleres artesanales fueron su escuela de aprendizaje en el oficio. “Me tocó vivir la carpintería y la ebanistería de la vieja escuela”, explica el artesano, que recuerda con cariño las valiosas enseñanzas obtenidas en ese tiempo. “Tuve la oportunidad de conocer a maestros que me enseñaron técnicas que hoy están prácticamente en desuso”, asegura Pepe, que opina que “hoy en día hay máquinas para todo, pero hay cosas que esa maquinaria no es capaz de hacer, sólo llega la mano del hombre”.
“Cuestión de maña”
Aunque los cajones de su taller rebosan de gubias, formones, cepillos y garlopas para trazar, conformar y pulir la madera, Pepe subraya que uno de los objetivos de los cursos que imparte es enseñar que “con muy poca herramienta se pueden dejar las cosas muy bien”. “Es todo cuestión de maña”, afirma. Entre sus alumnos, “hay de todo un poco” en lo que respecta a edades y géneros, pero el trabajo desarrollado por las mujeres suele ser el que más llama su atención. “Tienen otra delicadeza”, asegura, en una referencia velada al famoso ‘xeito’ que comparten gallegos y bercianos.
No es de extrañar si se tiene en cuenta quién le acompaña en sus andanzas en el taller: su mujer, Ana, y sus hijas, Andrea y Marta, a las que honra con el nombre de su taller AnMar. “La A y la M también son por artesanía de madera”, matiza, por aquello de la precisión. Porque Pepe no da puntada sin hilo cuando se trata de ser simbólico. Para muestra, la mesa elaborada a partir de una raíz de cedro, una de sus piezas favoritas. Alegoría de la lucha por la supervivencia, la talla cuenta con decenas de curiosidades que mezclan cuestiones tan aparentemente lejanas como la fauna y la astronomía y que relacionan los famosos relojes derretidos de Dalí con el inicio de la Segunda Guerra Mundial.
Consciente de que la buena madera, buen oficial espera, Pepe es un apasionado de los desafíos. “Lo que me gustan son los retos, ir un poco más allá, aprender siempre nuevas técnicas”, explica. En sus horas de insomnio, le da vueltas a sus siguientes proyectos, aplicando siempre la máxima del más difícil todavía. “Durante toda mi vida he tenido asignaturas pendientes, trabajos que me gustaría terminar”, reconoce. Así, uno de sus últimos empeños es la marquetería en formica, uno de los materiales más difícil de trabajar a mano, ya que apenas admite margen de error para rectificar fallos. “Puedes tirarte 20 horas haciendo una pieza y en la hora 21 se va todo al traste”, explica.
Otro de sus grandes proyectos, al que lleva dedicado “a ratos” desde hace más de un año, consiste en recrear una bicicleta de uso decorativo en la que todas las piezas de madera, hasta el último tornillo, serán de madera. La pieza es un homenaje a la mítica bicicleta BH, “el Mercedes que había antiguamente”, y a esa generación a la que “no le quedaba otra que dar pedal”. “Recuerdo llegar a ver a familias enteras: la mujer sentada en el sillín, el hombre de pie y un niño agarrado al manillar y sentado sobre una tabla ajustada en el cuadro”, rememora Pepe, cuyo abuelo utilizaba este medio de transporte para acudir a trabajar a las instalaciones de la añorada Minero Siderúrgica de Ponferrada (MSP).