El mar ha hecho espuma en su reto de casi cuatro años: conocer lo que somos casi al completo, una isla empapada que contiene la tierra del carbón de la que viene y que guarda una relación personal con su infancia cantábrica. Noemí Sabugal (Santa Lucía de Gordón, 1979) se ha subido a una ola para llenar las páginas de un salitre apetecible, que permite conocer las mil y una caras de un espacio propio. La costa viaja al interior desde arterias mojadas que comunican, abren puertas y anegan otras. Un profundo relato que habla, sobre todo, de inmensidad.
La nueva publicación de Sabugal navegará por El Libro Imposible el viernes 25 de octubre a las 19 horas y al día siguiente en León, en el espacio Factor.
-Llega ‘Laberinto mar’ (Alfaguara 2024) después de su ‘Hijos del carbón’ (Alfaguara 2020). ¿Es más de carbón que de mar, por la raíz?, no sé si eso le ha supuesto hacerse con un espacio que desconocía o, después de verlo, ¿se desvela como un espacio conocido ya?
-Es un libro que tiene mucho de descubrimiento. Mi origen familiar es minero, la montaña central leonesa. Mis abuelos fueron mineros y mi padre también. Este libro tiene mucho de descubrimiento pero también su parte de memoria. Mi abuelo José, cuando se jubiló, se fue a vivir a Gijón con mi abuela. Muchos mineros se iban al lado del mar porque decían que era muy bueno el aire del mar para la silicosis. Mis veranos fueron cantábricos siempre, los míos y los de mi hermana. Yo aprendí a nadar allí. A mi abuelo le gustaba pescar. Iba todos los días como aficionado y, para mí, ha supuesto recuperar esos veranos cantábricos. Creo que el mar nos corresponde a todos. A veces olvidamos la característica tan singular que tiene España, que es casi una isla. Península significa eso etimológicamente. Todos tenemos un mar.
"Si escuchas a los pescadores, ves que están preocupados por el relevo generacional. Saben que cuando ellos dejen el barco, va a ser un barco menos"
-En la introducción recoge una frase de Conrad que dice que el mar no tiene ley ni fe ni memoria ¿eso le ha dificultado hacerse con él?
-Sobre todo que el mar es un tema muy extenso. Enseguida me di cuenta de que era algo que quería trabajar en varios aspectos. Lo primero en lo que pensé fue en los pescadores. Me interesa mucho el mundo laboral, como en la minería. En el mar pasa una cosa que no sucede en la mina y es que a veces, en un barco, se hunde un padre y un hijo. En la mina no, porque los hermanos no podían estar en el mismo turno en el mismo pozo. El hermano de mi abuelo murió en un pozo en Asturias, y nunca estaban en el mismo turno, porque eso suponía una desgracia mucho mayor para la familia. Yo pensaba en ese mundo, pero me pareció que el mar en España son muchas más cosas. Es naturaleza, turismo, economía, ecología, es la historia de migrantes, de los que se fueron y de los que vienen, es cambio climático…
-¿Hay algún tema que ha descubierto en el medio del viaje?
-Muchísimos. En el caso de la caza de ballenas tuve la suerte de estar con los últimos balleneros en Cee. Estuve en la última factoría ballenera en Caneliñas. Es un tema olvidado en otras costas. En el País Vasco y en Galicia no está olvidado, porque es algo que acabó en el año 86 y hubo una pelea para terminar con esa caza. Me parece un tema fascinante, como también lo fue estar con las viudas y huérfanas de las víctimas del Villa de Pitanxo. Fue un momento muy difícil.
-Es un viaje muy profundo el que plantea, de escucha y contemplación, dice en el inicio. Tras esa escucha ¿qué le ha contado el mar?
-Muchas cosas, tantas que por eso lleva ese título de “laberinto”. Hay tantos temas que trabajar en el mar que es infinito. He intentado aportar mi gota en el océano. Es un tema que no se puede agotar en un libro. Me ha contado la situación con el cambio climático. He estado hablando con un experto en corales en el Mediterráneo. El mar nos está gritando que necesita muchas cosas. En el libro se trata la cuestión de los microplásticos. He hablado con el descubridor de las islas de plástico que hay en todo el mundo. Una investigación llevada a cabo desde España, aunque no haya tenido el reconocimiento que se merece. El mar nos habla y hay que escucharlo.
"Nosotros pensamos en el mar en relación con nosotros, pero existe por sí mismo"
-Habla de ese grito del mar y de una protección que aún no tiene. Hay una figura que podría tener en 2030…
-El mar, como no es nuestro medio, es algo que vemos por arriba y nos olvidamos que hay unos bidones de basura nuclear en la fosa atlántica. Nadie se ha preocupado si eso se debe sellar o no. Hay muchas cosas en el mar que olvidamos. Durante mucho tiempo, el mar ha sido un vertedero, además de un lugar de paso de comercio. Ahora mismo hay un compromiso de que para el 2030 se proteja el 30% del mar. El mar cuenta con algunas figuras de protección, para que las especies puedan reproducirse y no sean arrasadas, pero hay pocos lugares de protección absoluta y se está avanzando en esto, pero es algo que no lleva tanto tiempo. Hace poco, la protección era de un 1%, en el año 2012. Hace un año era de un 21% y se espera llegar al 30%. Ahí hay varias opiniones sobre por dónde hay que avanzar, pero no hay ningún parque natural 100% marino. En el Hierro es donde se espera que tenga la primera. La protección del mar la hemos hecho más tardíamente que otros espacios. Ahora mismo España está pagando una multa por echar aguas no depuradas al mar. Queda mucho por avanzar.
-Ha buceado en alguna de esas zonas que van a tener protección y lo que ha visto, ¿considera que define una esperanza para el mar?
-Claro. Creo que siempre hay que pensar en mejorar, porque los discursos catastrofistas son desincentivadores de la acción. Siempre hay que pensar que se pueden hacer cosas y mejorarlas. En cuanto a las aguas depuradas, antes iba todo a los ríos y ahora eso ha cambiado. Incluso en Ponferrada hay alcantarillas con mensaje que nos dicen que "el mar empieza aquí". Se ha avanzado mucho. Muchas barbaridades urbanísticas que se han hecho, hoy no se podrían hacer. Pero estamos en un país donde el mar también es una parte muy importante, con el turismo, que se toca en el libro. Yo lo llamo la Legolización de las costas, que parecen apilamientos de cubos de Lego. Edificios que no deberían hacerse y que, cuando vienen mareas vivas, pueden tener problemas. El mar nos habla y dice que nos hemos metido en su terreno. Ahora hay más conciencia sobre todo eso. De hecho, si hago estos libros, es porque pienso que algo se puede hacer. Si ponemos la mirada en los lugares importantes, finalmente nos importarán y haremos algo por ellos. Yo nunca había hecho buceo y lo he hecho con botella por primera vez para este libro en el Hierro. Es una experiencia estupenda, pero hice más snorkel, que es algo más relajado y sirve para conocer lo que hay debajo. A mí me ha encantado buscar peces. Me ha gustado mucho describir en el libro esas partes, porque hay mucha vida que no conocemos y es accesible, solo tenemos que ponernos unas gafas y observar. Y en el momento que conoces algo, lo aprecias más y quieres protegerlo. Tenemos un país marítimo y el mar está muy olvidado. Sobre eso tengo una teoría. Antes cogíamos barcos. Había mucha pesca y teníamos más relación con el mar. Ahora nos movemos en aviones y ya no pensamos en el mar como entorno natural. Una manera de pensar en él es viendo los peces. La naturaleza tiene mucho que enseñar si lo quieres ver.
“El mar son caminos de agua, que nos comunican, creo que más que nos separan, aunque también lo hacen”
-La mirada del mar global es que es economía finalmente, en todos sus aspectos, quite o de, siempre hay un trasfondo económico…
-El mar en España es economía y ecología, porque es un medio natural, pero, evidentemente, es un negocio. Aunque deberíamos hablar de la playa. Tenemos un país que recibe millones de turistas cada año. Tenemos municipios que quintuplican su población en verano. Uno de los temas candentes ahora es la turistificación y lo que eso supone. En el libro hablo de gente que vive allí y pone en cuestión que el turismo les venga bien. En esas zonas se saturan los servicios, se encarece la vivienda…El 40% de la población española vive en municipios costeros y, ver como gestionamos eso, es importante.
-El mar da vida, sobre todo en las zonas costeras. Habla de la vida laboral que aporta el mar. ¿Qué se lleva de esa mirada?
-La pesca es un sector en recesión en España. En Bermeo decían que se cruzaba el puerto de barco en barco y ahora no. El relevo generacional es muy difícil. De hecho, ahora, muchos pescadores son africanos. En la flota de bajura son muchos, en la de altura son más que españoles, sobre todo hay indonesios y filipinos. Hoy es mano de obra migrante, tanto que decimos... Se reduce el número de barcos. La pesca es un sector primario que tiene muchos de los problemas que tienen esos sectores, como el minero y el campo. Se están dando ahora grandes barcos de otros países que pescan a nivel masivo. La importancia de la pesca ha bajado. La mayoría de los puertos, sobre todo los mediterráneos, se han transformado en puertos deportivos. Ahora lo que hay es turismo. El sector pesquero se está planteando cómo va a ser su futuro y es importante escucharlo.
-Después de conocer ese presente ¿cómo cree que va a ir el futuro, si la pesca muere?
-La pesca va a seguir, porque la necesitamos. No me gusta hacer de adivina, pero si escuchas a los pescadores, ves que están preocupados por el relevo generacional. Saben que cuando ellos dejen el barco, va a ser un barco menos. Sobre todo la pesca de bajura. Se está desarrollando la acuicultura. Hay mucha pesca de altura.
-Hablamos de todas esas caras que da el mar, una es histórica, que viene de ese mercado de personas, los barcos de negreros, que se reconvirtieron en mercado de migración y también una autopista de entrada y salida de mercancías delictivas…
-El mar son caminos de agua, que nos comunican, creo que más que nos separan, aunque también lo hacen, porque un camino puedes recorrerlo o puedes vallarlo. Pero la historia de España está absolutamente ligada al mar y enraizada en él. En el siglo XX ha sido camino de salida de migrantes. Salieron miles de personas por hambre, por pobreza, por guerras…el mar ha sido la salida de muchos migrantes y ahora es el camino de llegada de esos migrantes. Es durísimo. Cada persona es una historia y son miles de historias. Estamos teniendo una actitud sobre esa cuestión lamentable e inhumana. Que existan organizaciones de rescates en el mar como Open Arms quiere decir que no estamos haciendo todo lo que se debería desde los gobiernos y, a veces, escuchando declaraciones vergonzosas y vergonzantes de responsables políticos sobre esta cuestión, cuando ves que la pesca es un sector que necesita la mano de obra extranjera. Somos país de acogida y puerta de entrada a Europa y, en ese sentido, hay que valorar mucho y de forma humana lo que estamos haciendo con esta cuestión, que es de derechos humanos.
Y en cuanto a mercancías, el 80% del tráfico de mercancías viene por el mar a nivel mundial. Los puertos son importantísimos. También lo son para el narcotráfico. Por ser esa entrada a Europa siempre ha tenido mucho que ver con ello. En Galicia había cierta aceptación de este tema, que está evolucionando. Los narcotraficantes van usando nuevos sistemas. En el sur está el problema del costo y la cocaína. El peor momento se ha vivido en Barbate, hace poco, con el crimen contra dos guardias civiles, uno de ellos de origen leonés, que nos revela que ahí hay un problema social y económico. Hay unas estructuras que están armadas y no es tan fácil eliminarlas. A veces hay una visión hipócrita, porque si miras las estadísticas sobre el consumo de costo en Europa, se ve que alguien lo compra. Es una responsabilidad de todos. No se mercadea con lo que no se compra. La cuestión de Barbate demuestra la sensación de impunidad que pueden tener los delincuentes para hacer algo así.
"Antes cogíamos barcos. Había mucha pesca y teníamos más relación con el mar. Ahora nos movemos en aviones y ya no pensamos en él como entorno natural"
-¿El mar marca el futuro de un país? ¿La costa contagia al interior?
-Nos afecta todo. Tenemos una visión parcial y limitada de nuestros territorios. Lo hemos visto con la pandemia. Pensábamos que lo que ocurría en otra parte del mundo no nos afectaba. Creo que nos equivocamos si pensamos que cualquier cosa que pase en el país no nos va a afectar. Lo que ocurra a un sector productivo nos afecta a todos. Tenemos que tener una mirada de interés hacia las cosas que ocurren. En 'Hijos del carbón', además de querer recoger la memoria de los últimos hijos del carbón, era que las personas que no eran de cuenca minera descubrieran ese territorio. Debemos conocernos los unos a los otros, y el mar no es una cosa ajena a ninguno de nosotros. Podemos tener una relación personal con el mar, pero de él comemos, llega a los supermercados y es un sector económico que nos influye. El mar nos debería ocupar y preocupar a todos. Tenemos que tener interés por lo que nos rodea.
-El libro demuestra ese interés con testimonios vivos recogidos de todas las caras del mar. La faceta de la muerte también es importante, sobre todo porque el mar a veces no devuelve los cuerpos ¿esto crea una cultura especial en las zonas marineras?
-Cuando he tocado este tema, me acordaba mucho de los accidentes mineros. En la mina se dice que nunca nadie se queda abajo. Aunque una persona se quede sepultada, se le saca. En la minería se produce un entierro. Eso no ocurre en el mar. Cuando he hablado con las viudas y huérfanas del Villa de Pitanxo ha sido muy duro, porque 12 de esas familias no han recuperado los cuerpos de sus familiares. Todavía no saben cómo enterrar una ausencia, y eso es muy doloroso. Al igual que en las zonas mineras, hay una cultura singular marítima. Hay una relación con un elemento natural que te condiciona. Como en la mina, la tierra tiene su voluntad, en el mar más. La mirada que tiene alguien que trabaja en el mar no es la que podemos tener tú o yo. Tiene unas circunstancias específicas y una cultura propia que se enseña de padres a hijos. Tiene muchos puntos en común con la minería, el mar como sector pesquero, y de tradición familiar. Esa línea se está rompiendo ahora. Sus hijos no quieren. El mar también puede dar una relación amor odio porque da vida pero también la quita. Ahora todo ha mejorado mucho, las mareas son más cortas…pero es una forma de vivir dura.
-Después de haberse sumergido tanto en el mar ¿qué intercambio tiene ahora con él?
-Yo no soy nada comparado con él. El océano es algo que nos sobrepasa. Nosotros pensamos en el mar en relación con nosotros, pero existe por sí mismo. Estaba antes que nosotros y, si cometemos errores, él se quedará.