Matarrosa y su Fuenteovejuna al "cura rojo" que defendió a los mineros

El recuerdo de los años 60, cuando la lucha obrera suponía jugarse la vida, regresa a la pedanía de Toreno reconociendo la defensa del párroco Javier Rodríguez Sotuela

08/12/2023
 Actualizado a 08/12/2023
Javier Rodríguez en el homenaje que le rindió Toreno en Santa Bárbara. | AYTO.TORENO
Javier Rodríguez en el homenaje que le rindió Toreno en Santa Bárbara. | AYTO.TORENO

Llegó a Matarrosa del Sil en el 1961, con el bagaje minero de haber pasado por Fabero ya. Antes estuvo en Dragonte, también en O Barco de Valdeorras y la vida le llevó al corazón de la cuenca minera. La vida y la intención porque reconoce que la lucha obrera estaba en su interior “mi padre era ferroviario y mi vida era esa”, dice el llamado “cura rojo”, Javier Rodríguez Sotuela, que, ahora a sus 90 años, vuelve a su Matarrosa por una llamada de aplauso, la entrega de la Picota de Plata, máximo galardón de Toreno. El pueblo quiso abrazarlo, como lo hizo hace sesenta años, siempre defendiendo al que les defendía y en el día de Santa Bárbara, patrona de los mineros, como un símbolo. Porque el “cura obrero”, aunque reconoce que nunca fue asalariado ni fue minero, sacó la cara por los trabajadores, y eso pudo salirle caro en los tiempos convulsos que vivía el país.

1962, la llamada “huelgona” minera le pilló siendo párroco en Matarrosa. Amaba aquel pueblo en el que llevaba un año “me hubiera quedado allí, lo pensé”, recuerda “quería haber sido carpintero”. Era artista, músico. Dedicaba canciones a la esperanza minera y pintaba mucho, siempre con un pincel de reivindicación.

El llamado "cura rojo" con su guitarra.
El llamado "cura rojo" con su guitarra.

Tenía contactos con la HOAC, menos con el el PC, pero sentía el mensaje de que “podía buscar la justicia desde la religión”. A lo largo de los 11 años que estuvo en Matarrosa siempre se puso al lado de los mineros. Y en su huelga repartió panfletos de las Juventudes Obreras Cristianas en Misa en los que se defendían sus derechos y se legitimaba los paros. Los repartió tal vez temblando, porque reconoce que aquello le quitó el sueño.

Y con razón porque “vinieron a por mí”. Recuerda a la Guardia Civil a la puerta de casa. Posiblemente se santiguó antes de salir, pero, cuando lo hizo, el pueblo se había concentrado ante le “por si me llevaban, para que no lo hicieran”. El escudo del pueblo sirvió “la verdad es que nunca me llevaron, aunque tuve problemas”. Un compañero le dio el chivatazo de que había orden de su captura inmediata si seguía con ese “predicamento” obrero. Y buscó el rincón por el que se podía colar de la censura. “Elegía bien los evangelios”, dice. Y dejaba cinco minutos de silencio tras su lectura. Era una manera de dar la mano a los feligreses, a ese mundo obrero con el que coincidía desde la raíz y con el que se hubiera quedado de haber encontrado trabajo “pero lo encontré en Barcelona y me fui”, dice. Sin embargo, esos 11 años en Matarrosa marcaron al pueblo de tal forma que ha querido rendirle homenaje, el segundo ya. Este con Picota de Plata incluído.

Y Sotuela siente que, más que ser aplaudido “no dejo de agradecer por todo”. “Fue tan profundo lo que pasé allí…” dice dejando a los recuerdos volver a su cabeza anciana. “El pueblo me ayudó mucho”, recuerda.

Sotuela fue una semilla cultural y un revulsivo de defensa obrera cuando aquello era “pecado”. Gallego de nacimiento, creció en Ponferrada y acabó en el seminario, desde ese  empuje obrero que sentía, tal vez buscando “la otra forma” de ser de la iglesia. Y la encontró, hasta el punto de ser la oposición al régimen que representó “la huelgona”.

Sotuela sigue cantando, y si le hablas de canciones, enseguida entona. Minero canta minero o Libre son letras que retan a la represión y que siguen sonando en su garganta mayor, pero empapada de pasado. Un ayer que trae al hoy, sin pensar en que la minería ha acabado, pero no esa defensa del trabajador y sus derechos que mantiene viva.

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