"Tengo 4 meses y estoy preparándome para realizar Terapia Asistida con Animales en el Centro Terapéutico de Ponferrada", así se presenta por las redes sociales Max, el cachorro braco de Weimar que ya ha comenzado a acompañar a los residentes en el centro.
Max es el compendio de muchas pretensiones, que comenzaron con la idea del encargado de la digitalización, Manuel Martínez, que quería tener un perro. Había tenido uno y, con el dolor de su pérdida, había tenido la idea de tenerlo en el centro. Lo consultó y la directora, Ana Pilar Rodríguez abrió las puertas a la idea "porque lo bueno es que el perro se adiestrará en el centro", con Manuel, que recibe formación para hacerlo y una de las terapeutas ocupaciones que tiene formación específica en este tipo de tratamiento no farmacológico.
"Los animales son lo más motivador que nos podemos encontrar", considera la directora de Alzheimer Bierzo y, con esa premisa y la de que tocando la motivación se le resta espacio al olvido, se remangó para asumir el reto que supone iniciar esta propuesta.
Pirmero fue buscar al cachorro. Querían que fuera de esa raza, y consiguieron encontrar a Max en Sevilla y adoptarlo. Manuel se implicó en el cuidado de Max y será él quien se encargue de sus consultas veterinarias y de llevárselo a su casa los fines de semana. Max tiene así dos casas y ya las asume a la perfección, porque comienza a estar bien enseñado "sólo se ha hecho pis en el centro dos veces. Se porta muy bien y está todos los días aquí", dice Rodríguez. Max pasa por los despachos de administración a saludar cada mañana "y así va viendo a personas distintas que le piden mimos y se los dan".
La primera toma de contacto con los usuarios ya se ha producido con juegos con un palo. Es el inicio para familiarizarse con él y que él también asuma el trajín de sillas de ruedas o de andadores, artefactos poco comunes en otros contextos y con los que él convivirá.
Ana Pilar apuesta por este tipo de terapias que ya inició hace unos años con su propia perra, Lola una labrador que adiestró desde que tenía tres años. Una vez a la semana, Lola participaba con los usuarios del centro y "vimos la eficacia de aquella idea". Con esa intervención, se valoró, mediante una serie de preguntas a los enfermos, la situación cognitiva y afectiva. Es en esos dos campos en los que la directora considera que esta terapia es muy funcional, incluso consiguiendo retos casi inalcanzables. "Con Lola conseguimos que una señora pasara de tener fobia a los perros a tener una pasión enorme por Lola". En la sesión se realizaba un círculo con los usuarios y la perra, y al acabar, cada participante le daba un premio y un achuchón "todos lo hacían con ilusión", incluso esa mujer que de inicio no quería. Aquella iniciativa también sirvió para recordar los perros que muchos habían tenido antes o el propio nombre de la perra "los nombres es lo primero que se olvida, pero recordaban el de Lola".
"Me gusta la terapia cognitiva pero con mucho cuidado para dignificar al animal y respetarlo", deja claro. "El plano afectivo es el primer apartado que vamos a tocar", adelanta Rodríguez. El rol que juega Max es positivo, considera, pero se selecciona a las personas que van a interactuar con él "que no tengan fobias o alergias y que les guste este contacto", apunta. Por el momento nadie ha apuntado ningún impedimento para achuchar a Max pero Rodríguez pisa con cautela "tenemos que tener en cuenta todos los detalles porque el más mínimo puede hacer caer esta intervención".
Son 70 los usuarios que hay en el Centro y otros que vienen y van hasta los 100, por lo que Max, lo primero que tendrá que hacer, es saber interactuar con mucha gente distinta.
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De él se espera que, en el plano afectivo tenga repercusión positiva. De ello se hará un estudio, durante un año de intervención, para poner en valor ese contacto en el plano afectivo cognitivo sobre todo, explica Rodríguez. Y, es que, sabe que es ahí donde funciona, como sucedió con Lola "el animal puede hacer que personas que han perdido el lenguaje lleguen a decir alguna palabra. Y cambia su semblante al verlo. Les recuerda a sus mascotas. Hacen conexiones con sus vínculos". Incluso facilitan la conversación que a veces no es fácil.
Pero además Max, con sus ojos azules, su cara de inocente bonachón y su pelaje agrisado "no pasa desapercibido y es agradable". La idea es que forme parte del "paisaje" del centro, en el que estará como uno más, por los pasillos e incluso se dará tareas a los usuarios como cepillarlo, para que se impliquen en sus cuidados.
En un mes, Rodríguez espera que Max ya esté preparado para la interacción que él mismo relatará en las redes sociales. A partir de ahí comenzará el estudio terapeútico.
Tortugas, gallinas, conejos y pollitos han pasado por Alzheimer Bierzo para acercar este tipo de terapias a los usuarios, aunque de manera distinta. Reconoce Rodríguez que las tortugas, de las que tienen dos, les resultan más extrañas. No así los animales de corral, que a muchos les recuerdan su infancia. Han llegado a tener una pareja de pájaros que anidaron en el jardín del centro y fueron siguiendo mediante una cámara "vimos nacer a sus polluelos y darles de comer. Nos llamó la atención la relación de igualdad que tenían para realizar la tarea de darles de comer". No volvieron a anidar, pero fue una experiencia para todos, porque los usuarios suelen estar acostumbrados a convivir con los animales.
En un año Alzheimer Bierzo espera llevar al Congreso de Alzheimer un estudio de esta interacción que, de inicio ya ven como un paso adelante en el campo afectivo "me gusta trabajar ese campo porque perdemos la memoria, pero la memoria emocional llega casi hasta el final de nuestras vidas, y lo que nos motiva no lo olvidamos", dice Rodríguez. "Si entramos por ese plano de lo que nos gusta y de lo que nos hace mejores, eso se mantiene y queremos ver que es así".
A Rodríguez le gustaría que esta experiencia se replicara "porque querría decir que es buena" y así se ayudara a los enfermos en otros centros con otros Max que ofrezcan su cariño a quienes solo pueden hablar en esa clave.
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