"Me fastidia que haya quien diga que un pueblo es aburrido"

Tomás Vega, exalcalde de Folgoso y autor del libro 'Quién dijo que un pueblo es aburrido'

Mar Iglesias/ ICAL
25/03/2024
 Actualizado a 25/03/2024
Portada del libro de Vega.
Portada del libro de Vega.

Desde Folgoso de la Ribera, el que fuera su alcalde y un enamorado de ese espacio, Tomás Vega ha querido lanzar un reproche y una reflexión al aire en su nuevo libro. Se titula ‘Quién dijo que un pueblo es aburrido’ y lo escribe tras jubilarse de su bar familiar y avanzando con una tienda rural desde la que quiere crecer en ese Folgoso encantado. Defensor de esa España llena, escribe ahora la historia divertida de lo que ofrecen los pueblos. Antes escribió sobre otras muchas materias, incluso tiene un libro sobre Vangelis, el músico griego autor de temas tan mundialmente conocidos.


Ha decidido escribir este libro «porque me fastidia que haya quien diga que un pueblo es aburrido. Lo he escuchado unas cuantas veces, y bueno... cada cual tiene sus gustos y son muy respetables, pero un pueblo no es aburrido por definición; otra cosa es que una persona en concreto se aburra en un pueblo, tal vez porque tiene a sus amigos en su ciudad, lo cual entonces no tiene que ver con el pueblo».


Reconoce que el libro estaba en su cabeza, pero es ahora, cuando ha arañado tiempo al tiempo, cuando ha decidido ponerlo sobre el papel «es una idea que llevaba tiempo en mi cabeza: el de alguna manera efectivamente reivindicar esto de que un pueblo no es aburrido, porque hay montones de cosas que se pueden hacer». Sin embargo, reconoce que «exponer unas ideas de cosas que se pueden hacer en un pueblo, no daba para un libro». Fue la creación de imágenes con inteligencia artificial, «cosa a la que por supuesto tenemos acceso también en un pueblo», aclara socarronamente, «me dio la idea de hacer un libro sencillito, con una imagen por idea...». Y ya puestos a ello «con explicaciones sencillas y con letra grande, para personas con dificultades al leer letra pequeña», dice, pensando en la accesibilidad completa de su libro.


Y todos esos pasos fueron haciendo camino a un libro de cien páginas, que no supone esfuerzo leer. «Creo que ha quedado un libro ameno y que puede ser un entretenimiento por sí mismo, y también una fuente de ideas que en realidad valen para cualquiera la mayoría de ellas, no solo para quien viva en un pueblo». Y ahí está el quiz de la cuestión, considera Vega «es que en un pueblo se pueden hacer casi las mismas cosas que en una ciudad; en unas se gana y en otras se pierde, como en todo, pero para mí la balanza claramente se inclina hacia vivir en un pueblo».


Antes que las ideas, el libro incluye una pequeña introducción «en la que expongo esto, pero no me pongo como ejemplo. Como te digo, cada cual tiene sus preferencias y ahí no hay nada que decir, pero entonces tampoco se puede decir que un pueblo es aburrido así por las buenas».


Aunque no quiere ponerse como ejemplo, lo es «yo tengo la suerte de trabajar en mi mismo pueblo, aunque también es cierto que asumiendo riesgos, ya que he montado recientemente una tienda de comestibles y más, y he hecho una inversión que veremos si sale rentable, ya que mucha gente se va a comprar a Bembibre a supermercados...», pero hasta con esos hándicap que se pueden encontrar en medio de los sueños  «puedo defender a los pueblos», y es que «las pocas cosas que no se pueden hacer en algunos pueblos, como hacer la compra, se pueden hacer desplazándose a otra población cercana y asunto arreglado: es cosa de unos minutos (diez se tardan en plantarse en Bembibre)». En las ciudades tampoco todo está al alcance de la mano «también hay que echar tiempo dentro de una ciudad en los desplazamientos de unos lugares a otros». Y en el rural no es ni siquiera necesario tener coche propio «sale más barato de hecho llamar a un taxi de vez en cuando, que tener un coche propio y pagar seguro e impuestos incluso cuando no se usa».


Vega adjetiva su libro como un relato «sencillo, con muchas ilustraciones y textos con ideas. El objetivo es que la gente tenga ideas de qué se puede hacer y la mayoría se pueden hacer estando solos», dice.
 «¿Por qué se va a aburrir uno en un pueblo con la de cosas que hay que hacer?», sigue reflexionando. «La gente tiene que encontrar el placer de lo cotidiano, como leer, escribir, ver películas, documentales o dibujar. A mí me falta tiempo», confiesa. «Me ha pasado muchas veces eso de que me digan que un pueblo es un rollo. Puedes decir que, por tus gustos, que son respetables, te gusta hacer cosas que no puedes hacer en un pueblo, pero el problema no está en el pueblo». 


Vega espera que este libro también sea un incentivo para atraer a urbanistas que quieran otra vida en el rural y descubran sus ventajas, que enumera «hay entorno natural, que es una de las cosas que más me gusta y valoro, la tranquilidad, el salir y no ver gente por todas partes. En eso salimos ganando», reconoce. Y en la balanza final, reconoce que vivir en un pueblo o en la ciudad ni quita ni pone mejoras, más que la intención personal de querer. «En unas cosas ganas y en otras pierdes, tanto en un sitio como en otro. Son elecciones en la vida, con sus ventajas y sus inconvenientes», dice.


Vega espera concienciar sobre esa frase del aburrimiento asociado al rural para descartarla con un libro divertido.


El libro de Vega ya se puede comprar principalmente en Amazon, aunque tiene distribución ampliada de modo que cualquier librería podría tenerlo en breve.

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