“Cuando sientes tanto amor por algo, eres capaz de hacer cualquier cosa para demostrarlo”, relata Sara Rodríguez, al comenzar a explicar cómo se forjó la idea de publicar el primer Diccionario de gallego en el Bierzo. La joven traductora berciana de Carracedelo cursaba cuarto curso de carrera en Vigo cuando, una conferencia de Carlos Xesús Varela, autor del Diccionario del gallego en Asturias le encendió la chispa de por dónde quería que fuera su TFG (Tesis fin de grado). “Me pareció una idea muy interesante y trabajada, porque el autor llevaba 15 años haciéndolo, y me pregunté si se podría hacer algo así en el Bierzo”. Era un guiño a su casa, donde reconoce que se habla más en gallego que en otra parte de la familia de territorio galaico.
Rodríguez se remangó y, a sabiendas de que el trabajo que planteaba encajaba más en Filología que en Traducción, lo llevó a su terreno. De inicio, la principal dificultad con la que se encontró fue con la falta de tutores que apoyaran su propuesta “muchos profesores no quisieron porque es difícil hablar del gallego del Bierzo, pero conseguí que un profesor sí me siguiera” y le pusiera en contacto con otro, Xosé Henrique Costas, estudioso del gallego en otras zonas fuera de la comunidad gallega “fue él el que más me ha ayudado”, reconoce la autora. Ahí comenzó una carrera de fondo, porque tenía meses para realizar el trabajo fin de carrera. El trabajo era tan interesante, que Costas decidió presentarlo al del Servicio de Publicaciones de la Universidad de Vigo que decidió darle forma de libro.
Rodríguez quería hacer “investigación de campo” pero reconoce que eso era “algo ambicioso” que desencajaba la realidad: poco tiempo, pocos recursos y lejanía de la zona, porque seguía estudiando en Vigo. Eso hizo que su diccionario bebiera de las fuentes documentales principalmente “me apoyé en bibliografía”. El Atlas lingüístico del Bierzo fue una base fundamental para su trabajo, en el que aparecen palabras y sus variantes. Vocablos, otros atlas lingüísticos con los que confrontar ideas, obras de autores bercianos…”desgraciadamente no hay mucha bibliografía pero la que hay es muy válida”, reconoce, dieron a luz a su primer hijo en papel. Todo fue sumando en esa tela de araña lingüística hasta conseguir recopilar 15.000 palabras, muchas derivadas unas de otras, con sus definiciones y sus variantes.
“Mi trabajo ha sido el de recopilar palabras y términos que se han usado”. Reconoce que, idílicamente “resulta bonito pensar que las vamos a usar” de nuevo, pero reconoce que en cada familia ha habido una educación distintas, hasta el punto de que hay términos en Carracedelo que se desconocen en Cacabelos. Pero lo que ha perseguido la autora es “dejar constancia de las peculiaridades de nuestra lengua, que parten de nuestra cultura”. Reconoce que no ha usado muchas de las palabras que incluye “pero parten de la gente de aquí que sí las ha usado y quiero que los demás las conozcan", explica.
Rodríguez ha conseguido, con este libro, que el berciano se pueda poner en valor “mucha gente piensa que el berciano es un dialecto, pero aquí convergen muchas lenguas como el leonés, el gallego o es castellano. Y ahí surge la lengua que tenemos”. Reconoce que, en muchas ocasiones le ha costado definir exactamente de dónde vienen los términos “es un mundo, hay palabras que uso con mis padres que mis amigos no conocen. Ha sido difícil muchas veces distinguir qué términos son gallegos, porque yo no tenía los conocimientos de Filología necesarios”. El berciano como unión de lenguas que da lugar a otras lenguas ha sido su mayor descubrimiento “no tenemos un dialecto sino un conjunto de lenguas”, dice.
Este diccionario ha abierto sus miras a continuar con el trabajo iniciado y ahora se plantea crear una web para conseguir que los hablantes gallego bercianos interactúen y transmitan las palabras que utilizan “para así poder ampliarlo en un futuro”. Quiere que su diccionario se vea como “algo que es de todos, que recopila nuestra cultura”. Y también quiere que suene a reivindicación “esa cultura nos une”, dice, lamentando que las administraciones no lo hayan entendido así y no mimen el aprendizaje de esta lengua.
Ella fue alumna de gallego en el instituto, una posibilidad que se comenzó a ofrecer en 2002, pero a la que se le puso trabas al no incluirla en el horario lectivo “tienes que hacer una hora más para estudiarla”. Considera que es un sobre esfuerzo que muchos alumnos hacen “y eso quiere decir que les interesa estudiarlo”, pero que otros no pueden permitírselo estructurado de esa manera, como fue su caso. “Es triste que una lengua tan próxima, que tenga un alumnado que quiera seguirla, no pueda hacerlo”.
Rodríguez reconoce que el gallego, incluso en Galicia sufre las reminiscencias de un franquismo que lo noqueó “es lengua oficial y no ha sido bien tratada por esos resquicios que quedan. Muchos abuelos hablaban gallego entre sí, pero a los nietos les hablaban en castellano. Ahora, gente de mi edad habla gallego y lo hace para reivindicarlo”, reconoce. Si eso ha pasado en Galicia, extrapolado al Bierzo se multiplica el daño “formamos parte de Castilla y León y se piensa que nuestra lengua es el castellano, pero tenemos mucho más. Hay una influencia brutal de Galicia y se nos nota mucho en el acento”. Reconoce que siempre hay política gobernando la lengua “y nos queda mucho por hacer”.
El libro ha comenzado a distribuirse por las librerías bercianas, en Simón, Casa del Libro, en Cacabelos pronto, entre otras. La primera edición alcanzará el medio millar de ejemplares y su presentación será el 16 de diciembre en el Museo de la Radio.
Rodríguez agradece con este libro a los bercianos que hacen "que la lengua persista" y a los que trabajan porque se reconozca. Pero sobre todo, se lo agradece a las raíces que le han movido a sacarlas de la tierra.