Reconectar a la diáspora berciana

Una riqueza demográfica, un tesoro de biodiversidad humana; como el resto de la Península, El Bierzo es tierra de intenso y fructífero mestizaje...

Valentín Carrera
10/12/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Centro Región Leonesa de Buenos Aires.
Centro Región Leonesa de Buenos Aires.
Quedamos la semana pasada en que El Bierzo tiene 131.000 habitantes: eso no significa que todos sean bercianos de nacimiento, muchos son bercianos de adopción: miles de asturianos, gallegos, caboverdianos, pakistaníes o cubanos, de segunda y tercera generación, con hijas y nietos nacidos en Fabero o en Bembibre, que conviven entre nosotros felizmente. Una riqueza demográfica, un tesoro de biodiversidad humana; como el resto de la Península, El Bierzo es tierra de intenso y fructífero mestizaje.

Al tiempo, miles de bercianas y bercianos vivimos fuera de nuestra tierra, esparcidos por todo el mundo: según algunos cálculos, más de 50.000 bercianos viven y trabajan fuera, emigrados por necesidad o en busca de nuevos horizontes. Me sorprende (y me indigna) que algunos ‘iluminadox vomitivox’ disparen contra los inmigrantes, olvidando que nuestros abuelos tuvieron que huir a Cuba y Argentina para escapar del hambre y la miseria, o de una muerte segura en la guerra colonial de Marruecos; olvidan que la generación de la postguerra pagó el colegio de sus hijos haciendo en Suiza y Alemania el trabajo sucio que ahora hacen turcos y sirios. Las migraciones acompañan la larga marcha de la humanidad desde los orígenes de los tiempos y son siempre un camino de ida y vuelta, y un potente motor económico.

En las primeras décadas del siglo XX, miles de jóvenes bercianos embarcaron en los puertos atlánticos rumbo a Cuba o Brasil, como mi abuelo, Samuel González Pestaña, que un día dejó San Román de Bembibre y arribó a Buenos Aires con una mano delante y otra detrás: «Hay trabajo en La Chacarita» le dijeron, y Samuel, exhausto y hambriento, caminó varias cuadras hasta el cementerio de Buenos Aires, pagando la novatada. Por aquellos años, el anarquista Antonio Estévez dejó Valtuille de Abajo y emigró a Cuba, cuando estaba a punto de ser reclutado para la Guerra de África. Su historia la ha contado el historiador Vicente Fernández en un libro excelente. «La emigración europea a América —escribe Fernández—, desde las últimas décadas del siglo hasta los años de la Gran Depresión, se convirtió en el mayor flujo migratorio de la historia contemporánea.

Entre 1821 y 1915, cincuenta millones de europeos abandonaron su país y de ellos, 43 millones optaron por América. Y por lo que respecta a España, entre 1889 y 1930 emigraron a América 3,5 millones (dos de ellos a Argentina). En el caso del Bierzo, emigraron más de 20.000 bercianos entre 1885 y 1920». Entre ellos, Antonio Estévez, el abuelo Samuel y la tía Dolores, ama de llaves en la embajada de La Habana; y tu tío el de Toral, y tu abuela de Arganza, y aquel pariente de Congosto que nunca volvió. No hay familia berciana que no tenga varios emigrantes en su árbol genealógico, y pocos volvieron millonarios. Miles de paisanos quedaron lejos para siempre. En 2017, al regreso de la Expedición a la Antártida, hice escala en la capital argentina y dediqué unos días a rastrear las huellas bercianas. Fueron tantos y tantos los emigrantes del Bierzo que llegaron a tener un Centro Berciano de Buenos Aires, el mismo que en 1926 regaló a Ponferrada el monumento a Gil y Carrasco, La Carrasca, inaugurada por el (emigrante) rico industrial y químico don José López Riesco en la plaza de la Encina, de donde fue retirada por los ignorantes franquistas en la postguerra porque «no siendo excombatiente, Gil y Carrasco no era digno de tener una plaza».

El Centro Berciano ya no existe, pero sigue existiendo el Centro Región Leonesa de Buenos Aires, fundado por nuestros abuelos el 2 de julio de 1916, donde me recibió su actual secretario, hijo de fornelos. Conservan una biblioteca apolillada, cuadros con estampas folklóricas y un salón noble que alquilan para bailar tango. ¿Qué ha sido de aquellos 20.000 bercianos emigrados en los años 20, de sus hijos y nietos, y de todos los demás que hemos tenido que emigrar desde entonces? Existe un Bierzo de la diáspora, olvidado y desconocido, a veces desconectado —aunque nunca se pierdan las raíces y las conexiones emocionales—, que deberíamos recuperar, escuchar, reconectar.

Ahora que se disparan las alarmas sobre el futuro del Bierzo, sería un acierto escuchar, recuperar y reconectar a miles de bercianos dispersos por el mundo. Debemos exigir nuestro derecho a votar en las elecciones locales y autonómicas (como lo tienen reconocido los hijos de los emigrantes gallegos) y a participar individual y colectivamente en las decisiones de nuestra tierra. Todos somos necesarios para construir ese futuro: El Bierzo mestizo y los paisanos de la diáspora; los pata negra nacidos en Villafranca y los neo-bercianos nacidos en Torre, nietos de mineros pakistaníes; los que viven dentro y los que vivimos fuera de la comarca; los adoradores del botillo nocturno y los cabovercianos. Ante los graves retos que nos esperan, ha llegado la hora de escuchar y reconectar a la diáspora berciana.
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