Hace tiempo, papá, que no te traía un libro de autores nuevos para tí y para mí, autores que hasta ahora no habían aparecido en las Cartas a ninguna parte. Hoy rompo ese camino costumbrista de los últimos tiempos, hoy te hablaré de Manuel Fuentes González y Ana Julia Martínez, quienes han dado vida a la novela El reverso de la venganza. La novela representa mucho más de lo que a priori podrías pensar cuando te adentras en ella. Creo que si pudieras leerla seguro que pensarías lo mismo que yo, estoy convencido. Y eso le proporciona cierta magia.

La historia que nos cuentan las más de 270 páginas es la de una investigación, el minucioso trabajo policial y judicial de un crimen cometido en A Coruña. Pero, como te comentaba, no solo es eso, sino que va mucho más allá; sí, mucho más. Estoy seguro, papá, que si pudiéramos hablaríamos largo y tendido sobre este libro. Porque esta investigación, donde conoceremos a sospechosos, víctimas, policías, familiares y abogados, es, en el fondo, la historia de personas, sobre todo de una de ellas.
¿Qué haría cualquiera de nosotros si nos enfrentásemos a un dilema moral muy concreto? ¿Qué elegiríamos si ayudar a un buen amigo implicase perjudicar a otro ser querido? Yo no lo sé, la verdad. Sé que es muy oportuno, en estos casos, decir siempre eso de que tendría que hacer lo que se considerase justo, pero no sé si la respuesta es tan sencilla ni tan rápida. La vida no se puede resumir en un eslogan para redes sociales. Este texto, extraído de la parte media de la novela, ya nos advierte de la lucha entre sentimientos encontrados, entre lo que hay que hacer y lo que se debe de hacer, sumergido en el color gris que muchas veces nos grita que no todo es blanco o negro: «Una tormenta de ideas y deseos encontrados quebraron la paz atesorada con el viaje a Malta. Dos fuerzas telúricas enfrentadas nublan ahora su mente».
Dice la sinopsis del libro que es «una oportunidad para la venganza o la justicia». Estoy muy de acuerdo. Estarás de acuerdo cuando lo leas (quién sabe si en algún momento podrás).
Ambos autores han cuidado mucho el texto, y eso es de agradecer. Lo desconozco, pero me los imagino horas y horas borrando, tachando, buscando la palabra más oportuna, más certera, más adecuada. Hablando y debatiendo, por qué no, entre ellos. Otro factor que me ha encantado del libro es que no se nota, para nada, que está construido a dos manos. Tiene que haber mucha sintonía para que entre dos personas se pongan de acuerdo en la construcción de una novela y no se perciban diferencias. La coordinación, eso tan fácil de decir pero tan complejo de conseguir en cualquier campo de la vida, ha tenido que ser excelente. Estarás de acuerdo conmigo, seguro.
Te pongo un buen ejemplo de lo que te comentaba del cuidado lenguaje, de la palabra óptima. Se puede leer en la segunda página, al poco de adentrarse en la novela: «El escueto diálogo, de aparente interés por su lamentable estado, parece afable salutación. Sin embargo, pronto gira la cordialidad y aparecen los verdaderos fines».
La trama, como te comentaba, nos lleva hasta ese lugar tan maravilloso como es A Coruña. Me encanta esa ciudad, y sé que también era de tus preferidas. Cuántos días, cuántas semanas, cuántos veranos pasaste allí de vacaciones. Cuántas veces volví yo, después de tu partida. Podemos también descubrir sus calles a través de las páginas que tanto Manuel como Ana Julia nos entregan, como también podemos rememorar un acontecimiento impactante, que fue real, y que también queda reflejado en el libro: «Hoy no es el día de tomar el sol, jugar al voleibol o hacer surf. Vienen a su memoria, en cambio, actos de heroísmo en ese lugar que han impresionado a la ciudad y al mundo. El último fue el de varios policías que no dudaron en introducirse en el mar, bravío y oscuro aquella madrugada, para intentar salvar a un estudiante eslovaco".
El final, terrible, ha regresado punzante a mi cabeza al leer este capítulo. Más adelante podrás encontrar referencias a un accidente real, que estoy seguro que no solo nosotros, sino varias generaciones lo recordarán. Podemos leer, ya cerca del final del libro: «Su vida privada, en cambio, se ha desgranado entre regocijos y vaivenes que hacen difícil el arraigo familiar. Su nombre empezó a sonar en los medios de comunicación con el desgraciado episodio del vertido de crudo del Prestige. El petrolero se partió en dos y se hundió en las profundidades de océano Atlántico. Su negra carga ascendió hasta la superficie, expandiéndose en incontenibles manchas negras flotantes».
En El reverso de la venganza pasaremos unos días acompañados por un excelente abogado, que recibe una terrible noticia: fallece un gran amigo de la infancia, a quien hacía años que no veía y que justo ahora, tras tanto tiempo, había vuelto a encontrar. Tras este terrible hecho, los padres de él le piden ayuda. Y es ahí, y tras el casual encuentro con una mujer, donde comienza la parte más personal de la historia, la que a mí más me gustó por su originalidad y porque te lleva, como te comentaba, a reflexionar sobre la propia decisión que debe de tomar él, la que tomaríamos nosotros, y el propio desarrollo del caso.
Me quiero detener un instante en, precisamente, la propia investigación. Se nota, y mucho, el experto y profundo conocimiento de los autores sobre el tema del que están hablando. Las palabras y los capítulos esparcen un aroma a años de conocimiento sobre la abogacía y las investigaciones. Este realismo no forzado, sino natural y preciso, le dota de un carácter de certeza que no es fácil de conseguir. Creo que es fantástico.
En ningún momento te planteas que lo que estás leyendo, que donde te has sumergido, no sea cierto, y tan solo quieres devorar páginas y páginas, esperando poder llegar cuanto antes al final, para poder conocer qué ocurrió, y cómo los distintos personajes cierran este capítulo de sus vidas. A continuación, podrás leer uno de los ejemplos donde la profesionalidad y el profundo conocimiento de sus autores así queda reflejado: «El agente López pone espacial atención a las explicaciones del experto doctor: «Herida inciso punzante a nivel de cara anterior de hemitórax izquierdo, presumiblemente por arma blanca de hoja plana monocortante dadas las características de la herida». Añade que la laceración atravesó la musculatura intercostal entre la costillas sexta y séptima, pleura y diafragma hasta llegar al lóbulo hepático».
Como te comentaba, descubriremos de nuevo A Coruña, y pasearemos por sus calles acompañados por los personajes y por Manuel y Ana Julia. Te pongo un ejemplo de ello: «Cientos de vidrios, también enmarcados en níveos perfiles de vieja madera o nuevo aluminio, se intercalan en armonía. Sin construcciones en la otra acera, la enorme silueta de las edificaciones se proyecta en sombras que caminan lentas hacia Este. Ya en el ocaso, cuando son más largas, alcanzan los primeros barcos amarrados en el puerto. Al final de la alineación, o el principio según el número asignado a los portales, la fachada posterior -que siempre fue la principal- delimita uno de los cuatro lados de la plaza dedicada a la gloriosa María Pita».
La vida, papá, en ocasiones nos tiene reservadas circunstancias y momentos complicados, realmente complejos. Me atrevería a decir que todos y cada uno de los seres humanos que han vivido en este planeta, los que estamos ahora en él y los que llegarán, pasarán por ellos. Y sobre eso mismo he reflexionado tras leer El reverso de la venganza. Y no solo me refiero a la dificultad para elegir entre dos circunstancias encontradas, sino también en situaciones que, más o menos buscadas, pueden presentarse ante nosotros. Y es en estos momentos de máxima dificultad, donde las lágrimas buscan una salida, donde los latidos del complejo corazón te recuerdan la situación, donde las horas sin dormir te llevan hasta un mundo sin solución, donde muchas veces recurrimos a recuerdos hermosos, a revivir, aunque sea por segundos y en vía mental, días pasados bañados de felicidad.
Y yo, lo reconozco, he recurrido a los nuestros en diversas ocasiones. Por eso, por eso y por mucho más, llevo cerrando cada una de estas cartas con una frase que, creo, es más que acertada, más que necesaria. Papá, no es inmortal el que nunca muere, sino el que nunca se olvida.