Si escribo este artículo es porque creo que es viable, posible y necesario: un ecoparque en Ponferrada, una ciudad Basura Cero.
No está el momento para utopías ni para políticos tibios: los que no estén a la altura de los tiempos, se los llevará el tsunami como a alguno y alguna, de cuyos nombres no quiero acordarme. Lo que propongo ha sido aplicado con éxito en muchas ciudades: basta con una actitud abierta y humilde para aprender de los buenos ejemplos.
La semana pasada les hablé de la relación entre la basura y la mafia: «Cuando comparamos comunidades o provincias, el nivel de contaminación aumenta a medida que aumenta el nivel de corrupción. Cuanto más corrupta sea la comunidad, más contaminada estará».
Escuché estas palabras a Paul Connett hace dos años en el auditorio de la UNED de Ponferrada: a mi lado, escuchaba con empatía y tomaba notas con mucho interés un concejal de la oposición, Olegario Ramón, hoy alcalde.
Durante décadas, Ponferrada ha liderado el ranking de las ciudades corruptas: el contrato de la recogida de basura ha sido un botín codiciado en el que han metido la cuchara presuntos delincuentes disfrazados de empresarios y políticos. Son todos ustedes adultos para saber de quienes hablamos: la Justicia lenta, pero inexorable, ya les va poniendo nombres, apellidos y condenas.
El equipo de gobierno municipal, elegido por los ciudadanos en junio de 2019, tiene ante sí el reto de romper esa siniestra alianza corrupción-contaminación, y proponer a la ciudad una ruta sostenible: la creación a muy corto plazo de un ecoparque que transforme nuestro demencial comportamiento con la basura.
He escrito «creación de un ecoparque», y no «construcción», para no dar cancha a los cementadores: sufrimos una Administración aquejada de cementitis aguda. Les hablas de cultura, y te hacen un edificio de cuatro plantas, vacío. Para ladrillos siempre hay presupuesto, para libros y arte, ya tal. Les hablas de un ecoparque y te plantan una macro estructura de bloques y hormigón. Y no es eso.
El ecoparque es una infraestructura sencilla y barata (no interesará a los del botín: hay poco margen para sisar sobres y sobornos). Es un concepto que exige responsabilidad y educación ciudadana, nuevos hábitos y costumbres. Les sugiero leer los ensayos de Knapp, Connett y otros líderes del movimiento residuo cero; visitar los parques de Residuos Cero Eco-Cycle (https://www.ecocycle.org/), o las plantas de compostaje de San Francisco, que alcanzan un 80% de tasa de desviación de vertederos.
Cambio de chip: los vecinos y vecinas no podemos seguir desentendiéndonos de nuestra basura, como si fuera un problema del ayuntamiento. Cada uno es responsable de sus residuos: al comprar y consumir; al escoger productos kilómetro 0 (huerta berciana, comercio local, trueque, mercados, proximidad); al rechazar plásticos y envoltorios superfluos: no llevarlos a casa, dejarlos en el mismo supermercado; al separar y reciclar; al reutilizar objetos, prendas, herramientas.
Si cada ciudadano reduce su basura a la mitad, el coste económico disminuye drásticamente. Nueva política de tasas: «Pay as you throw», «Pagas por lo que tiras». Cuanta más basura generas, más pagas; y la familia que genera menos residuos, recibe un descuento en sus impuestos municipales. Está inventado y funciona.
La obligación municipal es crear el ecoparque de residuos que dé cobertura, facilidad y estímulo a este nuevo «contrato ciudadano» con la basura. Hay ciudades que ya han prohibido las bolsas de plástico, esa plaga, ¿por qué no hacer que Ponferrada prohíba las bolsas de plástico (o las penalice con tasas) y facilite en cambio bolsas reutilizables. ¿Qué tal una campaña de apoyo al comercio local con bolsas de tela de fabricación local artesana? Evitamos plástico, creamos puestos de trabajo, concienciamos a la peña y limpiamos la ciudad. Fácil, barato y realizable (otros lo han hecho). Solo falta una decisión política valiente: paralicen el viejo pliego de condiciones obsoleto, reciclen los folios y empiecen de cero.
Quien dice bolsas, dice cristal, cartón y todo lo demás: el objetivo es alcanzar una tasa de desvío del 80%: es decir, reducir un ochenta por ciento de lo que ahora se transporta cada noche en cientos de camiones a basureros distantes y colapsados, con un alto impacto ecológico. Ese 80 por ciento va al ecoparque: talleres de reciclaje (ni se imaginan las maravillas que pueden hacerse con muebles y accesorios desechados).
Necesitamos acabar con la mística de lo nuevo: madera, ladrillos, sanitarios, ventanas y restos de obras tienen valor de reventa. Ni una demolición más en la ciudad: los edificios no se tiran, se deconstruyen, se desmontan, y los materiales, a veces valiosos, se reaprovechan, porque ni somos ricos ni nos lo podemos permitir como ciudad ni como Planeta.
Hay muchos ejemplos de éxito contrastado que no caben en esta página. Ahora que necesitamos salir juntos de la crisis, este es el reto que propongo a mi ciudad, confiado en la conciencia ecológica de nuestro Alcalde y de su coalición de gobierno progresista: un ecoparque. Es viable, es barato, crea puestos de trabajo, elimina contaminación y ahuyenta a los buitres de la corrupción. Ponferrada Basura Cero.
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