Una chica sin suerte

Sumérgete en los convulsos días en los que todo cambia mientras permanece, viaja en la maleta de una artista enorme para volar más allá de la percepción

Ruy Vega
22/04/2018
 Actualizado a 10/09/2019
Portada de la obra de Noemí sabugal ‘Una chica sin suerte’ entre otros trabajos sobre la mesa de lecturas.
Portada de la obra de Noemí sabugal ‘Una chica sin suerte’ entre otros trabajos sobre la mesa de lecturas.
Noemí Sabugal. Papá, quédate con ese nombre, estoy seguro que se hablará (y escribirá) mucho sobre él. Me alegra haber leído el libro, me alegra haber tenido la oportunidad de sumergirme entre cada una de sus palabras, me alegra escribirte esta nueva «carta a ninguna parte» y comprobar que, mientras que para unos la música es su vía de escape, para mí lo será, siempre, escribir.

Había visto varias reseñas de ‘Una chica sin suerte’ pero no quise leer prácticamente ninguna. Lo mejor cuando tienes la idea preconcebida de que una novela te va a gustar, estoy seguro que estarás de acuerdo conmigo, es taparte los oídos (si eso hoy en día, con tantos medios a nuestro alcance, es posible) y olvidarte de lo que te han contado. Debes sentirlo por ti mismo, acariciar las palabras sin saber cómo otros lo hicieron antes, desenmarañar los párrafos como el pájaro que se deja arrastrar por el viento, esperando que sea el destino y no lo premeditado quien guíe el camino. Por eso este es un libro para estar en el sofá, poner un buen disco y, como haría la propia protagonista, servirte un bourbon. Por eso, si nos sumergimos más allá de la propia historia, es un libro de todos, para todos, para enseñar y para aprender. Un libro para volar.

Para muchos ‘Una chica sin suerte’ es una novela sobre el viaje europeo de Big Mama Thornton, una maravillosa artista en los convulsos y artísticamente productivos años 60 y 70. Muchos se quedarán en eso. Pero permite que te cuente que el libro no únicamente refleja las sombras evidentes de este árbol, sino que va más allá, golpeando nuestra conciencia con icónicos pasajes de verdad absoluta, mostrando la sociedad de un momento que, apariencias aparte, no se aleja tanto de la nuestra.

Hay frases que son mágicas papá. Tú lo sabías y tratabas siempre de encontrar alguna entre los miles de hojas que dejaste ya atrás. Yo, tras tantas lecturas he colisionado en un big bang de admiración con algunas de ellas en maravillosos libros. Aquí las tenemos. En ellas no solamente se muestra la capacidad de la literatura para ir más allá de lo perceptible, sino que también la maestría de su autor a la hora de surcar las almas. Tanto me gustó que, te reirás por esto, cuando la leí le envié un mensaje a Noemí Sabugal diciéndole que me había encantado. Y todo en las primeras páginas. ¿Cómo no seguir haciéndolo? Pero no me extiendo más, ya que estarás deseando poder disfrutar de alguna. «Los mejores besos de mi vida se los he dado a una armónica», dice. En unos pocos caracteres una reflexión de vida que bien vale un doctorado. Ya de por sí es una maravilla, pero si pudieras leer la novela entenderías lo que significa, y que va más allá de la evidencia de lo palpable, como diría William Blake «…si las puertas de la percepción quedaran depuradas…», emblema de un momentoempujado por el grupo The Doors y su poético cantante Jim Morrison, de quien tomaron el nombre. Porque Big Mama lleva dentro el dolor de quien se sabe desafortunado en la vida, de quien desea lo que no tendrá, de quien busca lo imposible. Por eso, decir que el mejor beso se da a un instrumento ya no únicamente es la reflexión de una chica que no ha encontrado el amor, sino también de una artista con mayúsculas cuyo mejor y gran amor siempre fue la música.

Pero Noemí no únicamente se queda ahí mostrando su talento. No, no lo hace. Al igual que me ocurrió con Hikikomori de Manuel A. Morales Escudero, viví la agradable sensación de viajar por algo enorme a través de capítulos cortos, de apenas unas páginas para plasmar sensaciones y pasajes enormes. Hacer algo así es difícil, muy difícil. Pero lo hace. Y luego está la diferencia entre lo que se dice, lo que se piensa o lo que se escribe, tan bien plasmado de nuevo por la autora, en diversos pero muy bien escogidos puntos de una novela que ya, papá, estarás deseando leer.

Son cerca de doscientas páginas, doscientas sensaciones, doscientos tragos, doscientas canciones y doscientos instantes a recordar. Más allá de la novelada historia en sí, es de justos reconocer que se consigue algo que es deseado pero muy difícil de lograr, y no es otra cosa que poner al lector en los ojos del o la protagonista. Aquí se alcanza ese punto. No hay discusión posible. Se llega sin duda ninguna. La mano maestra de la escritora sabe introducir tus miedos y emociones en el cuerpo de Big Mama, sintiendo en tus huesos una gira europea que bien ha merecido este libro. Porque no estamos hablando únicamente de música, sino también de vivir en una sociedad racial, agitada por protestas aplacadas con violencia, por girar en ciudades donde, según los propios protagonistas, algunos nunca habían visto un negro. Pero el gran espacio insalvable que separa a unos y otros también queda mágicamente plasmado en una nueva frase a recordar, de esas que antes te contaba.

Esta vez, Noemí nos regala un «…aunque no lo oiga desde al autobús, puede imaginar el ruido que hacen las monedas cuando el mendigo agita el vaso. También es un sonido universal, el de la pobreza…». Lo dice alguien hace más de cincuenta años, pero podría decirlo yo mismo al cruzar la siguiente calle o esquina. El mundo, como ves, desde tu marcha sigue igual… o peor.

Conocer las ciudades a través de alguien como Big Mama te hace ver el mundo de una manera distinta. No son esas moles turísticas que nos muestran las guías de viaje. No, no lo son. Las ciudades son espacios en donde vive la gente, y aunque parezca evidente, a veces se nos olvida. Pero esa sensación no queda atrás en las páginas de ‘Una chica sin suerte’.Las ciudades son ahora esos lugares en los que una norteamericana de gira duerme en hoteles, esos lugares en los que se emborracha con desconocidos, esos lugares en los que conoce sus miedos, esos lugares en los que reflexiona con sus músicos. En definitiva y al igual que ocurre con tu (y mi) amada Ponferrada, esos lugares en los que caben una y mil historias que bien merecen una novela.

Siempre encontré en los libros un motivo para soñar y disfrutar. El libro que hoy te traigo es uno de ellos. Lo he leído y quizá lo vuelva a hacer. Hecho una vez, me he dado cuenta de que una segunda lectura me hará ver detalles que se escapan en la primera. Y, caray, no debería perderlos.

No conocía a Big Mama. Ahora conozco parte de su vida, pero también conozco y he sentido ese momento de la historia en el que todo cambió en Occidente. He vivido la gira de una cantante y su grupo en países cuyas lenguas y costumbres desconocían, he vivido sus miedos, sus pequeñas alegrías y su necesidad de sentirse un conjunto.
Papá, estamos ante una novela con letras de oro, con sentimientos de realidad que chocan con los recuerdos. Papá, estamos ante una de esas novelas que, una vez leída, te la hubiera prestado (ojo, que no regalado) para tu pausada y sabia lectura. Porque bien sé que tiempo después nos sentaríamos a hablar sobre ella, sobre su lectura atractiva, sobre su atrevimiento, sobre sus reflexiones.

Dice Big Mama que «…siempre es mejor hacer las cosas a tu manera…» y, ¿sabes?, tú lo hacías y así nos lo enseñaste a nosotros. Pero en tu caso había una ventaja, era la mejor manera.

Permíteme que acabe ya esta carta, todavía tengo muchas lecturas que hacer y muchas cartas que escribirte para que, allí donde estés, puedas conocer aquellas novelas que dejaste atrás.
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