Al respecto, el director provincial de Once en León, Óscar Pérez, explica que el proyecto se reviste de oficialidad por primera vez este año. “Esto se hacía desde hace mucho tiempo, aunque últimamente se ha perdido un poco porque los afiliados han ido dejando de demandarlo”, asegura. “Creímos conveniente lanzar una convocatoria para los estudiantes, para que puedan acercarse a la venta y saber de dónde salen los ingresos con los que se cubren las actividades sociales de la organización”, abunda.
El contrato interino que se ofrece a los participantes tiene una duración de uno o dos meses, ya que habitualmente están pensados para cubrir las vacaciones del responsable permanente del punto de venta. “Les buscamos una buena ubicación para que tengan más facilidades para sacarse un dinero extra”, explica Pérez. En ese sentido, Jacqueline se hizo cargo, durante su primera estancia en el mes de julio, del quiosco de la avenida de España y del situado en el centro comercial de la capital berciana.
Durante la segunda quincena de agosto, repetirá experiencia como la única persona de la provincia de León que participa en este programa. “Pedí que fuera en Ponferrada, que es donde paso mis vacaciones”, explica la joven, que va a empezar el cuarto curso de Magisterio en la Universidad de León (ULE). “Durante esos días, me hago cargo de todo: los cupones, los rascas, la caja, el dinero de cambios. Es más trabajo del que yo me pensaba”, reconoce la estudiante, que asegura que estos periodos son “la forma de ver desde dentro cómo se mueve todo”.
Antes de empezar a vender, Jacquie tuvo que asistir a un curso de una semana de duración en el que se le brindaron conocimientos básicos sobre los productos a la venta, el trato con el cliente o el manejo del TPV. “Quise meterme en la venta sin saber que este programa existía, estuve dándole vueltas durante un mes y después de hablar con mi madre, me decidí”, explica.
Colocados por números
Durante su primer periodo al frente del punto de venta, la rutina de trabajo de Jacqueline comenzaba el día anterior por la tarde, cuando colocaba los cupones por números. “A la derecha del uno al cinco, a la izquierda del seis al cero”, explica. “Cada mañana venia mi madre conmigo y me ayudaba a colocarlos en el quiosco”, recuerda la joven, que admite que la presencia materna también le ofrecía más seguridad. “Me hacía de guardaespaldas”, resume, con la sonrisa cómplice de su madre al otro lado de la mesa.
Con todo preparado y una vez abierta la persiana, las primeras ventas fueron una cuestión de tiempo. “Depende del día tienes más o menos clientes, aunque hubo un día que llegué a quedarme sin cupones”, explica. “Hubo dos compañeros de la Once que me ayudaron un montón y un compañero del curso de preparación que vino una mañana a visitarme al quiosco”, explica la joven. “Además, mi madre hizo una amiga, una clienta muy agradable que cada vez que venía nos hacía sonreír”, recuerda con una sonrisa.
Profesora de apoyo
Respecto a su futuro profesional, Jacqueline asegura que su sueño es convertirse en profesora de apoyo. “Estoy haciendo la mención de educación especial, no me veo en una clase con muchos niños”, reconoce. En ese sentido, valora el papel jugado en su vida por los tres profesores itinerantes, los profesores de apoyo que la Once destina a este alumnado con necesidades especiales. “Han influido mucho en mi vida”, admite.
Un técnico de rehabilitación de la organización también fue el encargado de enseñarle, antes de su primer periodo laboral, los dos caminos que existen para llegar al punto de venta que debía regentar. Esa misma persona fue la encargada de visitarla cada lunes durante un cuatrimestre en su piso de León para ayudarle a localizar los elementos de la cocina y también la que le enseñó a andar con el bastón, recuerda.
Tras cumplir los 18 años, Jacquie pudo solicitar su propio perro guía. Gracias al convenio entre Once y el centro de adiestramiento Leader Dogs for the Blind, de la ciudad norteamericana de Rochester, la joven pudo pasar un mes al lado de Queen, la 'golden retriever' de dos años que la acompaña cada día desde el pasado mes de noviembre. “Mi técnico de rehabilitación me dice que si tengo a Queen es que ya he aprendido bastante con el bastón, que ya tengo el carnet de conducir y que ahora puedo cambiar de vehículo”, explica divertida.
Además de la ayuda prestada por Once, que pone a su disposición encargados para temas académicos, de movilidad o de informática, Jacquie también valora el trabajo de la oficina de atención a alumnos con discapacidad de la ULE o el programa 'Alumno ayudante', por el que un alumno recibe créditos por prestarle su apoyo. “El año pasado estuve con una chica de Ponferrada, que este año no quiso firmar el contrato porque me ayudará de todas formas”, explica.
Por otro lado, Jacqueline admite que, tras comprobar en la propia piel la “flexibilidad” del puesto de trabajo, con horarios que se adaptan a las necesidades del vendedor, pensó en la posibilidad de compaginar esta tarea con los estudios. “Podría adaptarme a media jornada o a los fines de semana”, explica, aunque rápidamente cae en la cuenta de que “durante el curso quizás es mucho, porque tengo prácticas por las tardes”. “Me gustaría seguir en vacaciones”, concluye, ante el gesto amenazador de su madre cuando sondea, en broma, la posibilidad de “dejar la carrera para ponerme con esto”.