La Tierra: nunca habrá nada mejor y más completo, capaz de darnos cobijo a todos y de proporcionar lo que necesitamos, de estar a nuestro lado durante los días que duremos en él. Y de entre todos los lugares que la naturaleza nos ha regalado hay uno en particular, la Antártida, especialmente delicado. Como si de una cuerda hermosa, pero fina, refleja lo que fuimos, lo que somos y lo que podemos ser. Seres capaces de hacer cosas increíbles como llevar naves más allá de los límites del sistema solar (Voyager, lanzadas en los años 70), pero seres capaces de destruir todo aquello que se interpone en nuestro paso. Si antes lo tenía claro, papá, después de leer este libro, todavía más.
Siempre quise, como sabes, estar en tres lugares de este planeta. Desde pequeño. Uno de ellos es la Antártida y no sé por qué. Y tampoco me gustaría saberlo, le quitaría magia. Si bien he estado en el límite del Círculo Polar Ártico, no es lo mismo, son dos mundos distintos conectados por esa sensacional delicadeza de lo que es hermoso, nuestro planeta Tierra.
Valentín te sumerge entre las aguas frías de aquel mundo. Y lo hace comenzando con un recorrido por la historia de la exploración de un continente que debería ser virgen por toda la eternidad. El propio Valentín nos lo deja claro, al poco de comenzar su lectura, cuando nos dice que «he sentido que la Antártida es nuestra casa y todo lo que allí ocurre se escucha aquí; y viceversa: todo cuanto ensuciemos en el patio trasero de nuestros países, lo estamos contaminando en las estancias nobles del Ártico y de la Antártida» Qué lugar tan mágico, ¿verdad? Y el ser humano… El ser humano es capaz, como te comentaba y ambos sabemos, de hacer cosas maravillosas, de llevar el arte allí donde se encuentre. Siempre me he preguntado que, en el caso de haber otros seres inteligentes por el basto vacío del espacio, serán capaces de crear arte, o eso es precisamente lo que a nosotros nos hace especiales y únicos. Nos cuenta el autor, como ejemplo, que «ya sea peleándose con el aceite de la avioneta, que se congela, o entrenando a diario a los perros para el tiro, la invernada en las Cabañas de Mawson transcurre apacible y sin sobresaltos. Incluso tienen tiempo para escribir y representar una obra de teatro en cinco años. The washerwoman´s secret, El secreto de la lavandera, cuyo libreto se conserva, estrenada el sábado 12 de octubre de 1912». Eso también formó parte de la exploración de este continente: el arte.
A partir del contexto histórico, el autor nos sumerge en un diario en el que nos lleva a sus días, a sus ojos, a sus sensaciones y a sus vivencias. Sentir estar allí, pero sin estarlo; vivir allí, pero sin vivirlo. Te destaco, papá, una frase que resume el motivo; una reflexión a corazón abierto que Valentín nos deja escrito en la Nochevieja del año 2015: “En mi viaje geográfico, ecologista, histórico, literario y emocional, he hallado muchas respuestas, pero, sobre todo, he encontrado nuevas preguntas”. Tras una mente reflexiva y emocional, siempre hay preguntas, no tengo ninguna duda.
El texto se acompaña con una serie de fotografías de archivo y otras del propio viaje que lleva al autor hasta el helado continente. Fotografías que complementan perfectamente un texto único, y que nos llevan a entender lo que se nos trasmite.
Este libro tiene algo muy difícil y complejo de conseguir, que es ya no únicamente ponerte en la piel de quien nos lo cuenta, sino también entender lo que rodea cada uno de los pasos que allí se dan y sus motivos. Por ejemplo, en lo escrito el miércoles 7 de diciembre de 2016 Valentín, cuando habla de las razones que mueven una expedición científica, nos cuenta que “razones que no caben en esta bitácora, ni en un informe: la dimensión global de este laboratorio inacabable que es la Antártida se mide en teras de información y emoción, pero ¿qué pasión nos impulsa? Nada podría ser sin la voluntad firma y el tesón de profesionales cono Jordi Felipe Álvarez, jefe de la base Juan Carlos I, más de doce campañas de experiencia”.
Podría contarte mil y una vivencias que Valentín nos traslada, pero creo que lo mejor es que tú mismo las descubras, en una lectura que, estoy seguro, te hubiera gustado hacer y, quien sabe, allí donde ahora estás puede que este libro esté en tus manos. Ojalá. Porque el autor nos lleva no únicamente a la comprensión de la investigación que allí se lleva a cabo, a los objetivos y los motivos. No, no solo a eso, sino que también nos deja colarnos en la vida, entendida esta como el día a día más privado, de aquellos que tienen la suerte de estar allí. Curiosidades mil que nos regala, otras tantas que no menciona deliberadamente (“lo que sucede en la Antártida se queda en la Antártida”) y otras que se dejan entrever. Por ejemplo, el martes 20 de diciembre de 2016 nos dice que «trabajar con una sonrisa, no tiene precio. Observo la mirada risueña del contramaestre acodado en la borda. Para valorar el peso específico de esta sonrisa es preciso saber que él y toda la dotación del buque lleva a cuestas una intensa jornada de descarga». Pero hay una que me encanta y que es, sin duda, especialmente destacable: logró (no podía ser otro que él, quién si no) llevar botillo y hacer una buena comida berciana en el continente más helado de este mágico mundo, cocido con agua de glaciar. No lo sé, pero sospecho que es la única vez que se ha hecho algo así. ¡Bravo por él! Como también nos transmite cómo, al menos en las relaciones humanas, allí todos son uno, un conjunto indivisible de solidaridad siempre que sea necesario. Puertas abiertas, colaboraciones, ayuda entre los distintos países, algunos de ellos incluso antagonistas. ¿Por qué no trasladarlo al resto de los continentes? Como por qué no trasladar el enorme cuidado que se tiene con el entorno, con que permanezca tal cual estaba cuando llegamos, con que los residuos se almacenen y traten correctamente.
Papá, te invito de nuevo a leer este libro único, pues si antes ya amabas al Antártida, después de leerlo será una relación inquebrantable de la que solo puede llegar la comprensión de que el mundo se debe entender como un único conjunto en el que todo afecta y todo influye, en el que la naturaleza es un complejo mecanismo que, si dañamos en una de sus partes, la fractura puede ser infinita, irreparable y dañina para un ecosistema tan único como maravilloso. Por eso recuerdo la reflexión con la que comenzaba esta nueva ‘Carta a ninguna parte’, y en la que el famoso científico, nos invitaba a entender que estamos ante un planeta único y que, o lo cuidamos, o ya será demasiado tarde para lamentarse.
Valentín, la Antártida, la naturaleza y la ciencia. Un conjunto irrompible de mágica belleza.
Valentín, la Antártida, la naturaleza y la ciencia
Valentín Carrera nos lleva hasta la Antártida en un libro de necesaria lectura para entender y comprender una naturaleza tan mágica como delicada
23/08/2020
Actualizado a
23/08/2020
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