Los vestigios de San Antonio en Bembibre

El santuario del Ecce Homo custodia dos tallas de San Antonio Abad y San Francisco, del siglo XVI, procedentes de la antigua ermita de San Antonio, que fue muy importante en la villa

Laura Sánchez (Ical)
18/01/2025
 Actualizado a 18/01/2025
Imágenes de San Antonio (c), San Francisco (i) y Santa Bárbara (d). | CÉSAR SÁNCHEZ (ICAL)
Imágenes de San Antonio (c), San Francisco (i) y Santa Bárbara (d). | CÉSAR SÁNCHEZ (ICAL)

Un documento del año 1587 nombra, por primera vez, a la desaparecida ermita de San Antonio de Bembibre, construcción destruida tras la Guerra de la Independencia pero de la que se conservan dos tallas muy veneradas, ambas del siglo XVI. Se trata de San Francisco y San Antonio Abad, que se custodian en el santuario del Ecce Homo de la villa, cuya cofradía sigue manteniendo la tradición y cada 17 de enero saca en procesión la imagen de San Antonio, al que se le sigue pidiendo protección para los animales domésticos. 

La historia de esta ermita es la historia de Bembibre, que contaba, en el siglo XVI, con medio millar de vecinos, la mayoría de ellos labradores. Por eso para ellos esta ermita fue fundamental en sus vidas, ya que a ella acudían para pedir protección para sus animales o sus campos a las tres imágenes que allí se veneraban. La principal era la de San Antonio, patrón de los animales domésticos, cuya fiesta se vive el 17 de enero. San Francisco, protector de los pobres, con celebración propia el 4 de octubre. Y Santa Bárbara, imagen original ya desaparecida, a la que cada 4 de diciembre le rogaban para que la climatología no fuese adversa. La actual talla de Santa Bárbara, que se puede ver en el Ecce Homo, data del siglo XIX y es obra de Pedro Corral. 

"La ermita era importante para Bembibre porque todos los labradores, de una forma u otra, tenían devoción a estas imágenes. El pueblo se agrupaba para tener ciertos beneficios a nivel social, económico y también espiritual. Tenían sus celebraciones", explica el historiador berciano Manuel Olano. 

Olano trabaja desde hace tiempo para conocer todo sobre esta construcción, de la que apenas queda información ya que muchos papeles ardieron con la entrada de los franceses en la capital del Bierzo Alto, a principios del siglo XIX, en la Guerra de la Independencia. Aún así ha conseguido reconstruir gran parte de esta historia. 

"El primer documento en el que se habla de la ermita de San Antonio es de 1587, aunque la construcción es anterior. El 10 de abril de ese año dos sacerdotes, Francisco de Estrada y Francisco de Castro, viajaron a Roma con un poder de la cofradía de San Antonio con el objetivo de solicitar indulgencias y bulas para los que se acercaban a rezar a este lugar", explica Olano. "Ese escrito es importante porque es la primera mención escrita sobre esa ermita y su cofradía, que sabemos que es anterior porque por entonces ya tenía ordenanzas", añade. 

La cofradía

Según los datos que se conservan, la cofradía de San Antonio contaba con unas tradiciones muy arraigadas. Cada 17 de enero se bendecían los panes y también a los animales domésticos que los ciudadanos llevaban hasta las puertas de la ermita. Una fiesta que aún se conserva gracias a la cofradía del Ecce Homo, quien sigue sacando en procesión la imagen del santo, del siglo XVI, desde la propia iglesia hasta el emplazamiento original de la ermita, que se encontraba apenas a 100 metros del santuario. San Antonio Abad salió de nuevo a las calles de Bembibre este viernes, para seguir la tradición. 

Sin embargo se ha perdido otra de las cosas que se hacían en esta hermandad: el sorteo de un cerdo que cada año compraban y criaban en un cubil ubicado junto a la ermita. Muchos fieles, a los que ese año les había ido bien, regalaban algunos lacones o piezas de cerdo que también se sorteaban con el objetivo de conseguir dinero. "Aún me acuerdo de ver restos de ese cubil cuando era niño", recuerda Olano. 

"Llegó un momento en el que aumentaron mucho las cofradías y la iglesia decidió integrar unas en otras. La de San Antonio de Bembibre  pasó a formar parte, en el año 1745, de la del Ecce Homo, aunque siguió durante un tiempo siendo independiente a la hora de gestionar sus recursos. Sin embargo a partir del siglo XIX ya no consta documentalmente como cofradía en sí, ya está totalmente integrada en la del Ecce Homo", cuenta Olano. 

La ermita

En cuanto a la propia construcción, sabemos que se trataba de un templo de planta rectangular con una cubierta a dos aguas. Se encontraba en un cruce de caminos, extramuros de la villa, según aparece en un plano elaborado en 1771 por Carlos Lemaur, quien trazó el Camino Real. 

Con la integración de su hermandad en la del santuario, poco a poco fue perdiendo importancia y a finales del siglo XVIII se desacralizó y se adaptó para convertirse en la vivienda del sacristán. "Posteriormente se transformó en un hospital o casa del peregrino, pero funcionó poco tiempo porque el Ayuntamiento no contaba con los recursos necesarios para mantenerlo", narra el historiador. 

Ya a principios del siglo XIX sufrió los estragos de la entrada de los franceses en Bembibre, durante la Guerra de la Independencia. En esa zona se encontraba el parque de artillería del ejército de la izquierda, que fue volado por los franceses y provocó un gran incendio que afectó tanto a esa ermita como a la del Ecce Homo. Afortunadamente las tallas de San Antonio y San Francisco se salvaron de las llamas. 

Tras este episodio, el emplazamiento de la ermita pasó por varias fases. En 1937 se construyeron unas escuelas. Después se ubicó allí la Casa del Pueblo, un taller de costura y albergó el Museo Alto Bierzo. En la actualidad es el Museo de Arte Sacro de Bembibre y en la parte alta sigue habiendo un taller de costura. 

"No queda nada de la ermita pero la devoción sigue estando ahí. San Antonio Abad sigue siendo una talla con gran representatividad", asegura Olano.  

En un año la imagen de San Antonio volverá a procesionar rodeado de fieles. Mientras tanto se puede admirar en un retablo en el interior del santuario del Ecce Homo, acompañado, a su izquierda, de su eterno compañero, San Francisco, y a su derecha de la también querida Santa Bárbara, quien se convirtió en el siglo XX en la patrona de los mineros, oficio que hizo crecer a la villa y que ya forma también parte de su historia. 

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