Que no suene a despedida lo que lo es, porque tal vez sea el momento de poner en valor lo que eras, Vicente, para que esto sea un aplauso sincero más que un llanto en el adiós. Vale, dirás tú desde ahí arriba "bonita", así siempre empezaban nuestras conversaciones, “mira qué te digo. Yo solo soy un fornelo de Chano que quiere que sus vecinos vivan y mueran aquí, hablad de Fornela, no de mí”.
El poderío del rural era el tuyo y no había político que pasara por Peranzanes que no comiera en el castro contigo dirigiendo la cata de bacalao o chuletón con ADN trascastrense. Las siglas se borraban allí, en la esquina del Bierzo que tú pusiste en el mapa. Y, aunque escorado siempre a la izquierda, te hacían ojos los de cualquiera de ellas, los mismos que hoy lloran por tí y por todo lo que representabas. Es curioso, un día antes, todos a una con Tvitec y sus proyectos de crecimiento, un día después, todos a una también, pero para decirte adiós.
Eras la lucha del rural y del “quédate” y no te cansaste de pedir que se acabara la residencia de ancianos cuyas piezas se iban dilatando en partidas y partidas anuales, ni en aplaudir a algún ganadero que supo ver en Fornela lo mismo que veían tus ojos, ese espacio que defendías del fuego insultando con furia a los incendiarios.
Recuerdo cuando las urnas te dieron todos los concejales. Siete solo para ti, porque los vecinos lo quisieron. Te quisieron. Te quieren. Y esa medalla no se trasladaba a los presupuestos cuando gobernaban los tuyos. “Voy a ser un toro en mi partido como no me hagan la residencia (bonita, mira lo que te digo)”. Se hará, Vicente, y tus danzas fornelas bailarán con un reconocimiento mayor en tu honor, y la conexión a Asturias por autovía llegará. Y toda tu lucha, que en tu despedida se nos antoja rabiosa, tendrá más sentido. Mira que te digo alcalde, gracias por haber sido lo que otros no saben ser, la voz de la tierra que pisas, esa a la que ahora vuelves.
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