Me contaba un conocido hostelero de Ponferrada, con su perspicacia característica, que ya que tenemos dos ‘semanas santas’ (la que culmina en Pascua de Resurrección y la que se celebra en torno a la primera luna llena del verano), por qué no montar también dos ‘navidades’, o sea, la del veinticinco de diciembre y una nueva para el mes de julio. Algo así como una VIMA (Villa Mágica), medieval y templaria, claro. Un ‘belén’ viviente estival donde se pueda bajar a lavar la ropa al río, con jabón hecho a base de sebo, tenderla al verde, buscar oro, amasar la harina, dar de comer a las gallinas, aprender a espadear…
Esta conversación venía a cuento porque si tan valiosas reliquias se guardan en nuestro castillo: ─El Arca de la Alianza y el Santo Grial─, por qué no estaban expuestas, con todo el respeto y la majestad que requieren (tenemos réplica de la Cruz de Peñalba, pero falta la del Cáliz y la Patena de San Genadio), en alguna de las fenomenales estancias de la fortaleza. «Se trataría» ─,concretó,─ «de organizar el gran cortejo (de la Noche Templaria) dentro de lamuralla, y salir en espectacular desfile por las calles de Ponferrada…».
Habíamos empezado hablando de belenes tradicionales de antes, cuando la elevación donde suele colocarse el palacio de Herodes se conseguía amontonando ásperas escorias gigantes, que se cogían al escarbar las cenizas de las enormes y abundantes calderas de carbón (que se alimentaban a paladas de la excelente antracita del valle del Sil), y cómo a pesar de que el negro mineral era transportado en trenes a vapor; sin embargo no recordábamos que se pusieran raíles, locomotoras y vagones tolva, en los belenes costumbristas más conocidos del Bierzo. Para los niños de La Minero (Siderúrgica de Ponferrada, M. S. P.), a mediados del pasado siglo, la Navidad estaba asociada a la memoria de los chorros de vaho caliente (su olor, sus ruidos inconfundibles), que se mezclaban con las abundantes nieblas, en tan señaladas fechas del año. Hablando de fumaradas, le pregunté qué había de verdad en la anécdota de que era bueno para el catarro aspirar fuerte, al paso de los convoyes de vía estrecha, cuando los pistones resoplaban a tope.
También me dijo que si él fuera Endesa, miraría hacia las potencialidades de esparcimiento que tiene el Pantano de Bárcena, evitando interponer industrias entre Cubillos y el embalse, porque ya existen extensos polígonos industriales cercanos: «A lo mejor ─suposición suya─, dejando una chimenea (como monumento recordatorio de la minería) y recortándola hasta una cota segura…».
«Por soñar que no quede» , concluyó─. «A ver si el viento lleva estas lucubraciones al Mago Chalupa y toman nota los Reyes Magos». «Hasta otra», ─le dije, «me alegro de ver que sigues bien».
Gregorio Esteban Lobato, escritor berciano