Nació en 1970, justo el año en el que se recuperó la tradición antiquísima, ya reflejada en las cartas de San Pablo a Timoteo, de nombrar Vírgenes Consagradas. El destino de María de los Ángeles Castro ya estaba escrito y ahora solamente se ha cumplido. La religiosa berciana reconoce que esta casualidad le hizo pensar y sentirse elegida para llevar a cabo su misión pero, a pesar de ello, recibió la noticia de su selección «con sorpresa y con alegría». Sus personas cercanas la describen como una persona «muy responsable y trabajadora», y ahora también se ha convertido en la primera Virgen Consagrada de la provincia, un reconocimiento que poseen alrededor de 250 mujeres en España. El pasado domingo, en un acto «muy emotivo», se representó su unión con Cristo en la Iglesia de San Pedro de Bembibre, para la cual «es todo un honor».
-Primero de todo, cuénteme cómo ha sido su vida. ¿Ha estado ya desde pequeña ligada a la fe?
- Sí, la religión me interesó siempre muchísimo. Soy de una familia religiosa, estudié en un colegio católico -en las Carmelitas-, después también en las monjas de la Virgen de la Peña, y realmente siempre leí mucho la Biblia y la asignatura de Religión era mi favorita. Siempre he sido practicante y creyente, con una fe muy profunda.
-Y después de una vida ligada a la religión, le ha llegado el nombramiento como Virgen Consagrada. ¿Cómo recibió esta noticia?
-Yo ya estaba colaborando mucho en la parroquia como catequista y celebradora, y también hice un cursillo de cristiandad. En estos cursos estamos durante tres días, y en una de las cenas estuve conversando con Don Javier Gay, que es el vicario general de nuestra Diócesis. Él nos explicó a otra chica y a mí en qué consistía el carisma de la Virgen Consagrada. Personalmente, me dejó bastante sorprendida porque no sabía que eso existiese, no tenía información sobre ello. Como me interesó, le hice preguntas y, ya en mi casa, fui reflexionando sobre ello y pensé que era algo que encajaba bien con mis necesidades en la vida. Por situación personal no puedo abandonar a mi familia, y esto permitía que yo pudiese consagrarme y dedicarme a mi familia y a mi vida porque el carisma de la Virgen Consagrada permite que tú puedas compatibilizar con tu profesión y tus actividades.
-Por aportar un poco de contexto: ¿de dónde viene esto de las Vírgenes Consagradas?
-Realmente esto es antiguo, pero hay mucha desinformación. Escritores de la antigüedad ya hablaban de ello, de que ya de aquella existían las Vírgenes Consagradas. Incluso San Agustín también las menciona y antes las ubicaban como el primer grado en el Cristianismo, las valoraban muchísimo junto a las viudas, los diáconos y los presbíteros. Lo que pasa es que después la Iglesia pasó a considerar que era mejor que las mujeres ingresaran en conventos de clausura, y poco a poco desapareció.
"Mi misión seguirá siendo la misma que hasta ahora, con obediencia al párroco y al obispo"
-¿En qué consiste este reconocimiento? A partir de ahora, ¿cuál va a ser su misión en el día a día?
-Mi misión realmente va a seguir siendo la misma. Yo colaboro siendo catequista, celebradora de la palabra, también trabajo en Cáritas, visito a los enfermos, llevo la comunión a los ancianos... somos ministros de la palabra y de la eucaristía. Todo esto es lo que seguiré haciendo, aunque también es verdad que las Vírgenes Consagradas debemos obediencia a nuestro obispo y a nuestro párroco. Si por la razón que fuese me necesitasen, pueden recurrir a mí.
-¿Y cuáles han sido las exigencias y los requisitos para poder ser una Virgen Consagrada?
-Normalmente tenemos que formarnos entre tres y cinco años, pero yo ya tengo casi 54 años y se iba a alargar demasiado. Don Jesús (el obispo de Astorga) vio que mi implicación en la parroquia es grande y también mi interés por estudiar, pues empecé Ciencias Religiosas en el momento en que me lo propuso. Entonces, un día me dio la sorpresa, me dijo que íbamos a hacer ya la celebración de la consagración, y yo me puse contentísima porque no me lo esperaba. Fue un día de muchísima alegría.
"En el acto de consagración pensé que no iba a estar tan tranquila. Fue como si Dios me hubiera regalado una paz interior grandísima"
-La celebración seguro que fue muy emocionante para usted.
-Fue maravilloso. Yo estaba súper emocionada y muy contenta, aunque también es verdad que pensé que no iba a estar tan tranquila. Fue como si Dios me hubiese regalado una paz interior grandísima. Disfruté de todo lo que estaba viviendo y me sentí muy unida a Dios y a toda la comunidad que me estaba acompañando. Vi a la gente muy emocionada y muy volcada en mí, todos querían felicitarme. Fue muy bonito.
-El nombramiento, por lo que tengo entendido, es vitalicio.
-Sí, esto es una consagración que implica que va a ser irrevocable. Es como cuando tú te casas con alguien, que debería ser así.
-Ustedes también tienen una misión de rezo, de celebrar la palabra de Dios, pero me gustaría saber cuál es la diferencia entre una monja y una Virgen Consagrada.
-Una religiosa normal pertenece a una comunidad, convive en ella, pertenece a una congregación determinada y depende de una superiora. En mi caso no es así, yo dependo únicamente del obispo. Es verdad que nos reunimos con nuestras compañeras de Castilla y León una vez al año durante un día y con las de España durante tres días en un retiro espiritual, pero la diferencia es esa, no dependemos nada más que de nuestro obispo. Es una orden igual que la de los diáconos, sacerdotes o presbíteros.
-¿Y no se planteó ser monja en algún momento de su vida?
-Sí, sí. A mí siempre me gustó esa idea. Cuando abandoné mis estudios por causas familiares, yo me dediqué a leer lo que me gustaba, libros de Religión. En ese momento sí que me lo planteé porque me apetecía una unión más íntima con Dios y me hubiera gustado ser incluso monja de clausura, pero mi situación familiar no me lo permitió. Después ya abandoné la idea porque era consciente de que no podía ser, pero ahora me encontré con esta nueva posibilidad y ya me pareció algo a mi alcance.
-¿Para qué tareas le puede llamar el obispo? ¿Qué podría hacer y qué no?
-Celebraciones no podemos oficiar, para ello deberíamos ser diaconisas, pero celebramos la palabra, que ya es una celebración que se hace en ausencia del sacerdote. Y sobre otros asuntos, por ejemplo podría ser trabajar en un hospital dando ayuda espiritual a los enfermos, que esto lo está haciendo la Virgen Consagrada de Valladolid con la que estuve hablando, o pueden requerirme para formación, para dar unas charlas.
-¿Cómo recibió su familia este nombramiento? ¿También les sorprendió?
-No es que les sorprendiera demasiado porque como mi vida ha estado centrada en la Religión y en Dios... Están contentos, sobre todo porque me ven contenta a mí, que es lo que yo quería.
"Como catequista, trato de transmitir mi fe y mi escala de valores y de principios a los alumnos"
-Me interesa también saber su visión actual de la fe cristiana. En ocasiones se habla de la necesidad de transmitir la fe a las nuevas generaciones y también se lamenta el materialismo que se liga a la misma fe. ¿Usted ve estas mismas necesidades y problemas?
-Estamos pasando por unos tiempos en los que se le ha quitado mucha importancia a la fe. Como dice, las personas valoran más el materialismo y el consumismo. Me doy cuenta de que todo eso es algo que va a quedar aquí y no nos centramos en lo realmente importante. Aquí vivimos cuatro días y lo único que nos vamos a llevar es nuestra fe y son nuestras obras, con el amor que le hemos dado a los demás y a Dios.
-Usted que es catequista, ¿ve este materialismo también en los pequeños?
-Por supuesto, a diario. Hay niños que sí que vienen con fe a las clases, pero hay otros que sólo se preocupan por el traje que se van a poner y por los regalos que les van a hacer. Nos duele mucho porque después del esfuerzo que hacemos para tratar de transmitirles la fe a veces esto es decepcionante, pero la sociedad a veces marca ese camino.
-¿Cuál cree que es el mejor método para conectar con las nuevas generaciones?
-Yo trato de transmitirles mi fe, mi punto de vista y mi escala de valores y de principios. Esto es lo más importante. De Dios venimos y hacia él vamos, y todo lo demás es humo que se va a evaporar. Vivimos muy poco tiempo y a veces nos preocupamos de cosas que no van a ningún sitio. También tratamos de quitar el juicio que asocia muchas veces a la gente mayor con ir a la Iglesia, como que nos pasamos todo el día rezando y no hay tiempo para más, y no es así. Somos personas totalmente normales. Este carisma de la Virgen Consagrada, además, debe ser así. Debes estar en el mundo y no apartada, tú eres una persona más y tienes que convivir con los demás y ayudarlos, siendo una imagen de la Iglesia en el mundo.