Todos los veranos, mi prima abandona la Villa y Corte y se viene a pasar unos días al pueblo. Aunque quiero mucho a mi prima, por mí como si no viene. Lo importante es que vengan sus hijos, una pollita de trece tacos y un Fenómeno de seis. Hace dos años, por ejemplo, le pregunté qué cómo le iba el asunto con las chicas de su clase. Ni corto ni perezoso se pone a contarme que ya da algún beso que otro y que para el siguiente curso la idea era tocarles la ‘vajilla’. «Es que, ¿sabes?, como no tienen tetas todavía, lo mejor es tocarles la ‘vajilla’». Un crack. Este verano pasado, una mañana estaban los dos en mi casa. Casi era la hora de comer, pero su madre y su abuela estaban en el bar tomando un vermú, con lo que en casa de su tía abuela a lo mejor caía algo mientras hacían tiempo. El Fenómeno, cuando viene, se convierte en el rey del mando de la tele. Pero aquel día ya estábamos viendo ‘La ruleta de la suerte’ y ese programa es inamovible. De pronto, la niña va y salta: «¡Pero cómo se puede ser tan idiota, por favor. Mirad lo idiota que es!», refiriéndose a la azafata que da la vuelta a las letras del panel. Nadie dijo nada, de momento, pero al poco veo que se me acerca El Fenómeno y me dice, en voz baja: «Sí, será idiota, pero está muy buena». No me reí porque era un secreto entre los dos, pero por las ganas lo hubiera hecho, y mucho rato. Tendría que haber hablado con su madre y decirle que tuviese cuidado, no sea que, el día menos pensado, alguna pelandusca presente contra El Fenómeno una denuncia por acoso. Esto se está convirtiendo en un sin Dios y, lo peor, es que no sé hasta dónde llegaremos con la tontería. La última la dijo, la semana pasada, el abogado de la acusación particular después de endilgar el tribunal cuarenta y pico de años a cada uno de los tres jugadores de la Arandina, sentenciados por violar a una menor. «Es más grave que una muerte: han sido tres violaciones». Querido estúpido, no hay nada más grave que haber causado una muerte. Nada. La vida es el mayor bien que tiene el hombre y quitarla debería estar penado con el mayor de los castigos. Menos en España. Aquí, y a las sentencias mediáticas os remito, sale infinitamente más caro robar o violar que asesinar. ¿Es lógico que a un reincidente, acusado de asesinar a un pobre infeliz que llevaba unos tirantes con la bandera de un país cualquiera, se le castigue con seis o siete años de prisión, que no cumplirá ni de coña, y a los jugadores de la Arandina se les meta entre rejas casi medio siglo por una violación que, por lo visto y oído, a lo mejor no lo fue ¡Hombre, pues no! Pero no es el abogado en cuestión el único que saca la boca a pacer y, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, arrima el ascua a su sardina y larga contra sus enemigos utilizando este tema, que debería ser sagrado. Por ejemplo, algún político catalán ha dicho que sólo violan los que hablan en castellano, que ellos, los que se comunican (porque, al fin y al cabo para eso sirve un idioma, para comunicarse), en el idioma de Ramón Llull son incapaces de cometer semejante atrocidad. Esta opinión banaliza el crimen y no debe de tomarse en cuenta. A lo mejor es que nunca escucharon hablar del ‘violador del Ensanche’...
Al hijo de la gran puta que solo o en manada viola a una mujer se le debería condenar lo más duramente posible, no cabe duda, pero al que mata a un ser humano no se le debería dejar volver a pisar la calle. Matando a un semejante se peca contra la pobre víctima, contra la sociedad en su conjunto y, los que sean creyentes, pecan gravemente contra su Dios. Y no me valen excusas ni justificaciones. Nadie tiene derecho a privar de la vida de otro. Y me da lo mismo que sea un pobre hombre que no tiene dónde caerse muerto que un rico o un gobernante. Me gustaría saber cuándo se hará justicia con los que murieron por culpa del poder, sea éste cual sea, en cualquier tiempo y en cualquier país. Los fusilados en nuestra Guerra Civil, los que murieron bombardeados en cualquier ciudad, los que la diñaron sin ninguna razón, fuera de la pensar o de sentir de otra forma distinta a los que mandaban en un momento histórico. Esos muertos deben de estar revolviéndose en sus tumbas o en las cunetas y bosques donde fueron arrojados como si de basura se tratasen, sabiendo que sus asesinos nunca fueron castigados por sus fechorías.
Morir a destiempo es una gran putada, la peor putada. Sí, es cierto que la violación también, pero utilizarla como argumento político, sin ir al fondo de la cuestión (es claramente un problema de educación con mayúsculas), no ayuda nada a sus víctimas. Y todas las víctimas merecen un respeto.
Salud y anarquía.
El fenómeno
19/12/2019
Actualizado a
19/12/2019
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