Hasta los enormes mastines que cuidan el lugar —Tigre y León—son singulares, uno es un mastín puro y el otro «es hijo de mastín y loba».
- ¿No le saldrá algún día la raza y la preparará?
- ¿La raza del lobo? Tu cuídate de los paisanos, ¿qué raza les sale a esos que pusieron hoy las bombas en el aeropuerto?
Y es que si singular y único es el edificio y el rincón y los perros y las decenas de gatos que por allí andan y van a los brazos de Valbuena... mucho más singular es el molinero, Moli como le dicen por la comarca. Imposible hacerle una foto, imposible que acceda a un reportaje —«tengo una prima que es periodista y lleva años detrás de mí»—, otra cosa es que vayas a merendar al molino unos cuantos días, que para eso siempre tiene la puerta abierta, y te hagas una composición de lugar de este paisano irrepetible, molinero hasta en los andares. «Tengo casa en el pueblo, coño claro, pero no la piso más que para dormir. Nada más que tengo un minuto para el molino, y aquí estoy hasta que dan las tantas, si vienen amigos con ellos, y si no, yo solo, cafuñando por ahí, que siempre hay cosas que hacer, el molino es viejo y siempre hay tablas que cambiar».


- ¿Y no hay subvenciones?
- ¡Anda coño! Pues claro, pero para que haga lo que les de la gana a ellos y no me interesa ¿No ves esos molinos que hay por ahí restaurados? Pues no son más que la pared, ni muelen ni Dios que lo fundó, los tienen para enseñarlos al turismo. Aquí vienen los niños del colegio y otros y se lo enseño, encantado, y ven moler, pero cuando a mi me de la gana.
Es así Moli, un tipo noble, libre y buena gente, con las puertas siempre abiertas «por las buenas, que a las malas ahí está la escopeta», bromea, este paisano, hijo y nieto de molineros, molinero, aunque tuvo otras ocupaciones que le llevaron a trabajar por toda España. Fue concejal en las primeras legislaturas, cuatro años, «venía desde donde estuviera a ver las obras, a llevar las cuentas... Y al final de la legislatura todo lo que me correspondía cobrar, más de 200.000 pesetas de entonces las di para que arreglaran la escuela».
Es así este molinero de puertas abiertas, que prende la lumbre del molino los 365 días del año, que ha visto y escuchado de todo en su viejo molino. «Una vez, era todavía un rapaz, me tocó las narices un guardia con que si pescaba furtivo... Ya le dije, dos años de multa que te meto, y estuve dos años saliendo de furtivo, para que espabilara. Luego ya avino a razones, por aquí pasó gente de todas las razas, tengo vividas aquí más historias que El Pernales», dice con cara del pícaro que es.