26/11/2021
 Actualizado a 26/11/2021
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Por algún motivo que aún desconozco, llevo dos o tres años absolutamente enganchado a la Fórmula 1 hasta el punto de saber lo que es el DRS, un ‘undercut’, el ‘lift and coast’ o un ‘bargeboard’. Me levanto feliz un jueves de Gran Premio por el simple hecho de poder ver las ruedas de prensa de los pilotos. Sí, se me hace feliz muy fácilmente, pero a lo que viene todo esto es que quizás se hayan enterado de que Fernando Alonso tiene un ‘plan’ para volver a ser campeón del mundo y que este domingo se volvió a subir a un podio 7 años después. Y eso, aunque quizás no sean conscientes, es muy importante.

Lo es porque mirando este fin de semana la televisión el tiempo corría 15 años para atrás y tener la oportunidad de vivir el pasado tanto tiempo después es sensacional. Melendi sonaba por la radio cantando que «el nano es un gigante en un cuerpo de mortal» y volvían a estar de moda aquellas terribles y carísimas gorras azules que sostenían gafas de sol esculpidas en los mejores polígonos. El pack se completaba, para los más atrevidos y de bolsillo hondo, con infames camisas de manga corta plagadas de marcas entre los que destacaba, por peor, un tremendo floripondio en el pecho.

Era 2006 otra vez y todos éramos bastante más gilipollas que hoy, también el propio dueño del cuello más exitoso de Asturias después del de la botella de sidra El Gaitero. Y es que me pasa una cosa con los deportistas de mucho éxito, a los que en su gran mayoría aborrezco en la cúspide de sus carreras para volver a admirarles en su gestión del fracaso.

Me pasó con Alonso o con Nadal, a los que seguramente el éxito les hizo olvidarse de ser las personas que, con el paso de los años y el pasito atrás en el deporte, les ha hecho volver a ser. Yo era ateo, sí, pero ahora creo... en ‘El Plan’.
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