Que en el mundo acelerado e hiperconectado en el que vivimos, un medio de comunicación se consolide es ya de por sí motivo de celebración. Probablemente en estos momentos esté muy lejos aquella optimista afirmación del Nobel, Gabriel García Márquez sobre que el periodismo es el mejor oficio del mundo, o que al menos haya que distinguir entre la vocación, el oficio y el empleo, por las dificultades financieras que han atravesado tantos medios, por no hablar de los periodistas que cotidianamente se juegan su integridad en sociedades mucho menos democráticas que la nuestra. Que un medio escrito haya sido capaz de traspasar la singladura de una década y encarar el futuro con tanta confianza, como espíritu de servicio a la sociedad como el de La Nueva Crónica, es ya motivo de orgullo.
Hace una década que comenzó esa aventura apasionante de ofrecer noticias y opinión de manera que pudieran conjuntarse dos exigencias irrenunciables. De un lado, la independencia de criterio, que en un periódico es nada menos que la libertad para informar; de otro, la relevancia de la información en un marco de confianza por parte de lectores exigentes. Todo periódico tiene necesariamente para mantenerse activo, que estar atento a las demandas de un consumo de noticias tan cambiante, incluso en momentos tan caprichoso, en medio de una creciente competencia feroz de tantos otros tipos de medios. Este aniversario demuestra que así ha sido en La Nueva Crónica, por lo que estoy encantado de proclamar que habría que matizar mucho a Kapuscinski en su afirmación de que cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante. Un periódico genera información, y también actividad económica y empleo, en un sector tan sensible a las necesidades de tantos excelentes profesionales. Pero en este caso, ha podido hacerlo transitando por la necesidad de generar ingresos sin renunciar un ápice a la verdad.
En esta década diferentes hornadas de periodistas, curtidos o noveles, pero siempre entregados a esta vocación tan exigente que es hacer cotidiano el derecho constitucional a la información, han permitido al periódico crecer y evolucionar, percibir las demandas sociales y adaptarse a ellas para desvelarnos claves que nos permiten entender lo que pasa a nuestro alrededor, especialmente lo que tenemos más cercano. Cada edición y en ellas cada artículo ha contado para tomarle el pulso a lo nuestro. El periódico ha sido testimonio veraz de lo que pasa en la sociedad ponferradina, no sólo en la política, sino en sus aspectos sociales, en su cultura, en sus deportes, en sus acontecimientos felices o menos agradables, sin exageraciones y sin otro compromiso distinto que el que tienen con sus lectores y la verdad.
El periódico ha servido también de altavoz de los anhelos y de las expectativas de los ponferradinos, como también a veces como único cauce de expresión de quienes raramente son escuchados. Es un patrimonio periodístico que está llamado a conservar muchas décadas más, para encarar un futuro tan complejo como es el de la comunicación. Este es un buen momento para agradecer tal entrega a todos los que trabajan en el periódico, periodistas, editores, a quienes trabajan en la administración, en el diseño y hasta en la tinta que se pone y la distribución que nos acerca cada ejemplar.
Tantas veces se ha reseñado la difícil relación de mutua necesidad o de recíproca conveniencia entre el periodismo y la política que no es posible obviar la cuestión. Quienes hemos consagrado nuestra vocación a la política local, sabemos la exigencia que comporta la proximidad al ciudadano y comprendemos también las demandas de la información para lectores tan cercanos a la fuente de las noticias y a las consecuencias e impactos de los hechos que en ellas se describen. Opinaba irónicamente al respecto Winston Churchill que siempre es mejor hacer las noticias que leerlas. Añado yo que siempre es más fácil leerlas que escribirlas con el punto de ecuanimidad y distancia emocional que las cosas locales provocan.
En momentos de lo que ha venido a calificar como turbo-opinión y en un contexto de esa competencia intensa, es también necesario procurar junto con la inmediatez de la noticia el sosiego de la reflexión. No siempre la notoriedad de la noticia de un día debe tapar la del día anterior. Jorge Luis Borges escribió que los periódicos son museos de minucias efímeras, pero no es cierto: recordamos todos noticias verdaderamente impactantes en nuestros espíritus en La Nueva Crónica que han dejado una huella duradera. Es necesario saber lo urgente, pero es vital conocer lo importante para fomentar una relación personal con los lectores basada en la veracidad. Esto es lo que ofrece un periódico frente a vías de circulación más inmediatas de las noticias, como ocurre con las redes sociales. Para ello La Nueva Crónica se ha atado a una forma de expresar la opinión radicalmente libre y crítica, lo que es garantía del pluralismo que nuestra sociedad demanda y nuestra Constitución garantiza. Y no es solamente el pluralismo periodístico o político, sino también social y cultural.
Opinaba ese faro del periodismo español en tiempos convulsos que fue Chaves Nogales que contar y andar es la función del periodista. La Nueva Crónica cuenta nuestras vidas, cuenta en nuestras vidas y anda pegado a nuestras vidas. Por ello, enhorabuena por tanto años ya de periodismo de calidad.