Los vinos de la Bodega Petra Merino son de producción limitada, con menos de 3.000 botellas al año. Son puro arte, desde el vino hasta sus etiquetas que son creaciones del taller del artista contemporáneo Cveto Marsic. Un proyecto único. Están dirigidos a un público que busca autenticidad y calidad, valores que definen el proyecto construido por Petra Merino, Cveto Marsic y sus hijos, Mateo y Adrián, en la histórica Tierra de Campos de León, una región marcada por siglos de tradición vitivinícola.
Los viñedos de casi cien años son propios y están ubicados en Gordaliza del Pino, sobre terruño de características excepcionales. Desde la Edad Media, esta tierra ha estado íntimamente ligada al vino, bajo la influencia de la Abadía de Cluny. Los monjes cluniacenses, llegados de Borgoña, trajeron consigo técnicas avanzadas de vinificación, en lo que fue un centro de poder en la hoy Europa durante el reinado de Alfonso VI.
Petra y Cveto emprendieron la recuperación de esta herencia en la tierra natal de Petra, aunque su vida haya transcurrido en ciudades como Berlín, Turín y Lisboa. Todo comenzó con la restauración de su bodega renacentista, situada a siete metros bajo tierra en Grajal de Campos, uno de los tres conjuntos renacentistas íntegros existentes en España, junto con Úbeda y Baeza.
La vinificación tiene lugar en el nivel cero de la bodega. El resto del proceso ocurre en la bodega subterránea, donde el silencio, la temperatura constante y la humedad natural crean un entorno perfecto. Allí, los vinos maduran en barricas de roble francés y se refinan en botellas. Estas condiciones permiten elaborar vinos orgánicos, sin sulfitos añadidos ni filtrado, respetando los ciclos lunares.
Negro de Viña, el primer vino de la bodega, es un monovarietal mencia inscrito en la Denominación de Origen León. Su nombre evoca un pigmento histórico obtenido de la carbonización de brotes de vid, usado por artistas como Goya, Tiziano y El Greco. Junto con el innovador orange wine, Soplo Suave, ambos vinos recibieron sendas medallas Gran Oro en el International Awards Virtus, celebrado en Lisboa en abril de 2024.
Desde el inicio, la bodega ha contado con el apoyo del enólogo y bodeguero Mattia Vezzola, una autoridad en el mundo del vino en Italia y Francia, y apasionado coleccionista de arte y de la obra de Marsic. También destacó el respaldo de Isabel Mijares, una de las cien personas más influyentes internacionalmente en el sector del vino, cuya raiz leonesa y su entusiasmo por el arte llevaron a elegir la bodega Petra Merino como una de las tres con las que colaboró en los últimos y muy exitosos tres años de su vida, como fue elaborar en Argentina el vino a mayor altitud en el mundo.
Cveto Marsic, además de ser cofundador del proyecto, es un artista de renombre internacional. Su obra ha sido expuesta en museos y galerías de prestigio, como el IVAM, Es Baluard, la Fundación Morat, y ha estado presente en ferias como ARCO, Art Chicago, FIAC Paris. Este vínculo entre arte y vino se extiende simbólicamente hasta las Salinas de Pirán, en la costa adriática de Eslovenia, donde Cveto trabaja en su taller de arte, situado en el parque natural otrora las mayores salinas de la Sereníssima Veneciana.
Este proyecto no solo celebra el arte y el vino, sino también una visión de vida. Petra Merino, ex personal científico en la Agencia Europea de prevención de adiciones, OEDT, promueve el consumo moderado y placentero del vino como parte de un estilo de vida equilibrado, profundamente ligado a la cultura mediterránea.
La bodega hizo su primera aparición en junio de este año, en el Salón de Grandes Vinos Españoles de Biarritz. Sommeliers y enólogos franceses quedaron impresionados por la calidad y originalidad de los vinos. En el histórico restaurante Chapon Fin de Burdeos, uno de los primeros en obtener tres estrellas Michelin, el entusiasmo por su vino orange llevó a que la bodega fuera invitada a impartir una clase magistral.
En octubre, los vinos se presentaron en La Zagaleta, en Marbella, considerada la urbanización más exclusiva de Europa. Allí, rodeados de líderes internacionales y personalidades influyentes, Petra y Marsic compartieron su visión: preservar el legado vitivinícola de la Tierra de Campos de León y tender puentes entre tradición y modernidad. Su trabajo demuestra que, incluso en un mundo regido por lo industrial, aún hay espacio para lo auténtico y lo humano.