Luis Mateo Díez es, hoy, uno de los escritores más relevantes del panorama nacional e internacional de las letras en lengua española. La concesión por parte de la Real Academia Española del Premio Cervantes, máximo galardón de la institución y el mayor reconocimiento que puede obtener un autor que cultive este idioma, no ha hecho más que confirmar la excepcional carrera literaria de nuestro autor lacianiego.
Y me atrevo a decir nuestro, de todos los leoneses, porque, además de su origen, hablamos de un escritor que en ningún momento ha olvidado sus raíces, sino que estas siguen alimentando su fecunda vena creativa.
Luis Mateo Díez es dueño de una obra variada, intensa y prolífica que bebe de la mejor tradición narrativa española y que nunca ha eludido los temas de mayor actualidad y calado social. Alzó, por ejemplo, en la trilogía de ‘Celama’, trasunto del Páramo Leonés, un extraordinario monumento a la destrucción de las culturas campesinas a la vez que un profundo y personalísimo retrato de las contradicciones y convulsiones vividas por una comarca rural a lo largo del siglo XX.
Es sólo uno de los muchos motivos por los que la Diputación de León que presido ha iniciado los trámites para conceder a Luis Mateo Díez la Medalla de Oro de la Provincia. Además, el escritor está vinculado de forma muy íntima a la institución provincial. Su padre, Florentino Agustín Díez, era secretario del Ayuntamiento de Villablino y un hombre hondamente preocupado por la cultura y por el progreso de la provincia. En 1954, cuando Luis Mateo contaba con 12 años, nombran a su padre secretario de la Diputación Provincial de León y toda la familia se traslada a la capital leonesa.
Tras el inicio de su carrera literaria, en 1984, se produce la primera colaboración con la Diputación de León al comenzar a coordinar, junto a otros dos insignes escritores leoneses, José María Merino y Juan Pedro Aparicio, la colección ‘Breviarios de la calle del Pez’, una serie -aún viva- que se encarga de arrojar luz sobre numerosos aspectos históricos, lingüísticos, etnográficos, artísticos y sociales de la provincia, a la vez que ha venido sirviendo de cauce para la creación literaria de significativos autores. De hecho, el primer título fue ‘Comarcas de León en la España comarcal’, de Florentino Agustín Díez; y en su número 12 apareció una reedición del ya clásico ‘Relato de Babia’, del propio Mateo Díez.
Estamos ante uno de los autores más prolíficos de las letras españolas, con cerca de setenta obras publicadas entre libros de relatos, novelas, novelas cortas, ensayos, monografías, obras en coautoría con otros escritores, etcétera. Entre su producción más cercana a la realidad leonesa se cuentan algunos de sus más recordados títulos, como ‘Las estaciones provinciales’, donde el Barrio Húmedo se alza como gran protagonista; ‘La fuente de la edad’, en el que un grupo de aventureros emprende la tarea de buscar la fuente de la eterna juventud en la Montaña Occidental Leonesa; ‘Apócrifo del clavel y la espina’, sobre las vicisitudes de un viejo hidalgo venido a menos; ‘Las horas completas’ y, por supuesto, la ya emblemática trilogía de Celama (‘El espíritu del páramo’, ‘La ruina del cielo’ y ‘El oscurecer’).
Además, ha dedicado diversos libros al ámbito territorial de su infancia, en forma de ensayo o de obra literaria, como el ya citado ‘Relato de Babia’, pero también ‘Días del desván’, ‘Las lecciones de las cosas’, ‘Valles de leyenda’ o ‘Laciana: suelo y sueño’. De nuevo con José María Merino y Juan Pedro Aparicio, la santísima trinidad de las letras leonesas, creó el personaje apócrifo de Sabino Ordás, intelectual leonés, escritor y crítico exiliado, bajo cuya firma apareció el libro ‘Las cenizas del fénix’, publicado en 1985 por la Diputación de León.
Excepcional narrador oral -en este sentido, amigo y deudor de otro gran autor, el villafranquino Antonio Pereira del que acabamos de celebrar su centenario-, ha actualizado y universalizado esa figura tan definitoria de la identidad leonesa como es el filandón. Con Merino y Aparicio ha llevado sus singulares ‘filandones literarios’ por todo el mundo a lugares tan lejanos y diversos como Nueva York, Londres, México, Cardiff o Cartagena de Indias.
Por todo ello, no podemos menos que agradecer eternamente a Luis Mateo Díez todo lo que ha hecho y sigue haciendo por la literatura y todo lo que ha hecho y sigue haciendo por su tierra, cuyo reflejo evidente empapa toda su obra.
Y, por supuesto, felicitar a La Nueva Crónica de León por esta iniciativa de dedicar este monográfico al último Cervantes, además de agradecer la oportunidad de poder dedicar estas líneas a nuestro autor lacianiego. Porque, repito, Luis Mateo Díez es ya patrimonio de todos los leoneses.