Parece extraño pero ya empiezan a parecer demasiadas guerras ganadas. Los veranos, fiestas medievales, celebraciones, recreaciones, son una sucesión de guerras ganadas por cuatro aguerridos leoneses ante romanos, almanzores y sus huestes, franceses, tirios, troyanos; por un noble caballero rompiendo lanzas ante cientos de invasores armados...
Tenemos además los mejores reyes y reinas.
¿Nunca perdemos? Tan solo la fiesta de la Comunidad celebra una derrota, tal vez por ello crece el sentimiento de irnos a otra tierra que nos ofrezca más victorias, acordes a nuestra condición de tierra de guerras ganadas o, cuando menos, que dejen a esa región que es media comunidad celebrar alguna de sus victorias.
Y después de tantas victorias, que incluso parecen demasiadas guerras ganadas, ¿cómo estamos donde estamos? ¿pensaría en nosotros Rosa Luxemburgo cuando dijo su sentencia más famosa: ‘De victoria en victoria hasta la derrota final’?
¿Cómo se resuelve la paradoja? Tal vez lo más lógico sea constituirnos en República con la alabada reía Urraca I de presidenta, mucho más acorde a sus méritos que ponerle su nombre a una estación de autobuses que, de momento, solo se usa para marchar.