Un destornillador, boli y un paisano

La última de La Nueva Crónica

Por Fulgencio Fernández y Mauricio Peña
14/01/2025
 Actualizado a 14/01/2025
| MAURICIO PEÑA
| MAURICIO PEÑA

El día que iba a salir a la calle La Crónica ‘vieja’ (1986) —con todas las autoridades civiles, militares, religiosas y periodísticas presentes— cuando le dieron al botón de arrancar la rotativa para que comenzara a escupir el primero de los números... no ocurrió nada. Nada se movió, la ruidosa rotativa mantuvo un sepulcral silencio. A Félix Pacho, pálido, se le escuchaban los juramentos en el cerebro.

Fueron  unos segundos de mirar unos para otros cuando desde una esquina avanzó un obrero con mono, con un martillo en la mano, muy discreto, nadie miraba para él. Se acercó a una calza de Carolina, así se llamaba, dio un martillazo y su golpe seco puso en marcha toda la maquinaria. El paisano (¿Manovel?) sonrió sin decir ni palabra pero con cara de «la falta que hace un obrero. Y un simple martillo».

Ya lo había escrito Bertold Brecht: «General, tu tanque es más fuerte que un coche, arrasa un bosque y aplasta a cien hombres; pero tiene un defecto mi general: necesita un conductor. General, tu bombardero es poderoso, vuela más rápido que la tormenta y carga más que un elefante. Pero tiene un defecto mi general: necesita un piloto...».

Te pongas como te pongas. Inventes lo que inventes. Avancen las ciencias que es una barbaridad, lo que avancen... Cuando comiencen las miradas furtivas de miedo, hará falta un bolígrafo, un destornillador y un paisano.

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