Esa llave pide tesoro

11/12/2024
 Actualizado a 11/12/2024
| MAURICIO PEÑA
| MAURICIO PEÑA

Cuando Noris, el de la Casa del Humo de Lois, llegaba a la entrada de la Catedral de la Montaña recitando en latín y sin mirar los textos que en el dintel están grabados se detenía, metía la mano en los enormes bolsos de su chaqueta y sacaba una gran llave antigua: «Es la llave que abre la puerta del tesoro. El tesoro es la iglesia, ustedes lo van a comprobar».

Cuando Pepe salía a recibirte a la puerta de su casona en Ariego te hacía un minucioso cuestionario sobre tus intenciones y antecedentes; una vez superado sacaba una gran llave antigua y te decía: «Va a ver una verdadera cocinona antigua, con sus pregancias y sus cosas». Y abría con su llave la auténtica estancia llena de antiguos sabores, olores y cachivaches.

Cuando el último vecino de Oliegos cerró la puerta de un viejo edificio comunal mostró a los cámaras del Instituto Nacional de Colonización una gran llave antigua y en vez de tirarla para que la cubrieran las aguas del pantano que ya iba a subir su nivel la metió en el bolso de su chaqueta, como si en el fondo de su alma guardara la esperanza de un día volver a meter la llave en la vieja puerta y abrir el tesoro de la vida comunal que encerraba.

Cuando se reunían los orgullosos hombres justos de los tres concejos de los Argüellos cada uno llevaba la pequeña llave de su tercia y al que le correspondiera por turno rotatorio sacaba la gran llave y abría ese impagable tesoro que eran las normas y ordenanzas que marcaban cada paso de la vida comunal.

El último guardia que custodiaba el cierre de la presa de Riaño vio acercarse al cura del pueblo y le entregó algo, era la gran llave que cuarenta años después vino a devolver pues sabía que era un tesoro para aquellas gentes.

No lo dudes. Detrás de cada vieja llave hay un tesoro, una gran historia. O lo es la propia llave.

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