La escuela de Sinesio y Socorro

La última de La Nueva Crónica

Por Fulgencio Fernández
30/12/2024
 Actualizado a 30/12/2024
| L.N.C.
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La historia es muy tierna y entrañable, la que nació de los paseos de Sinesio y Socorro cogidos de la mano por las calles del viejo León, todavía cogidos después de sesenta, casi setenta, años de convivencia.

Y, sin embargo, también denota que algo no funciona bien en estos nuevos tiempos de bronca permanente y carreras por llegar a coger el semáforo en verde y seguir con prisas. Como decía Emilio el de Piedrafita, «van con prisa pero no van a hacer nada especial, dentro de un poco vuelven y siguen llevando la misma prisa que al ir». 

Está muy bien la visión de los poetas y los cantantes, son bellas las palabras y los versos, decir por éstas u otras líneas que «para la ternura siempre hay tiempo», pero después nos extrañan, hasta convertirlos en gran noticia, dos personas cogidas de la mano.

¿Qué tiene de raro que después de tantos años de afanes campesinos y de cría de hijos, en los que no les quedaba ni tiempo para darse la mano, hayan decidido recuperar las oportunidades perdidas y caminen uno de la mano del otro?

¿Que tiene de extraño que cuando los achaques de la vida te provoquen tumbos y traspiés quieras sentir una mano amiga y cercana, la de Sinesio, siempre tan fuerte, la de Socorro, siempre tan tierna?

Se dice con frecuencia, y van a tener razón, que lo extraño, lo raro, incluso lo perverso está muchas más veces en la mirada de quien lo ve, la nuestra, que en la realidad que representan.

Pero a Socorro y Sinesio les deberemos siempre lo que podríamos llamar su doctrina, que nos produzca emoción ver a dos abuelos de la mano tratando de salvar los empedrados de la vida. 

 

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