Estos rapaces jóvenes –y Saúl peca de ello sin darse cuenta de que lo cura el tiempo– me vuelven loco con las nuevas tecnologías, que no sé quién las inventó pero flaco favor nos hizo a los simples.
¿Qué retrató en la foto? ¿De quién esa boca si no se le ve en el original? ¿Es posible hacer fotos con curva como decía el cabo Picurri que hacían los proyectiles del glorioso Ejército Español para poder caer sobre el enemigo aunque se escondiera de la otra parte de la loma?...
– ‘Quisió’; que decía la Tía Civila y que de más abajo de las vías del tren para allá traducían como qué se yo.
¿Dónde queda ahora aquel candor con el que esperábamos en la escuela al retratero que venía a final de curso para hacernos una foto con la bola del mundo al lado y el Mapa Físico de España en la pared? ¿Y la magia de aquella máquina? ¿Y la emoción de ir a la tienda donde nos revelaban aquellos primeros carretes?
Pero, sobre todo, ¿cómo puede ser que en cualquier imagen aniden las dudas de si es verdad lo que vemos? ¿pero puede ser mentira una foto? Yo, la verdad, «nunca vi otra tal».
Flaco favor se nos hace a los simples. Para nosotros una foto no es que valga más que mil palabras, es que es la verdadera palabra de Dios y resulta que puede ser mentira. Pues ya no creemos en Dios y se acabó.
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