Ante la imagen de hoy no me puedo resistir a contaros la historia del tercero de los Jamaros de mi paisano Angelillo, un ‘boñiquero a extinguir’ (en definición suya); que siempre tuvo en la cuadra un burro al que llamaba Jamaro con el ordinal correspondiente, como si fuera Rey o Papa, y un apodo con el que pasar a la historia, que definiera su condición o característica principal.
El I era El Ceremonioso, el II fue La Eminencia y al III que nos ocupa le llamó El Caliente, a la vista de su comportamiento.
Fiel a su apodo olió los vientos de una burra en celo en un pueblo cercano, a dos kilómetros, y para allá marchó y no cejó en su empeño hasta que rompió el cerco en el que la tenía su amo, preparando un estropicio de consideración, tanto que el dueño de la burra bajó al cuartel a denunciarlo.
Ocurría que el guardia que hizo el parte cortejaba a una sobrina del bueno de Angelillo y fue el encargado de ir a darle cuenta de la denuncia interpuesta.
– ¿Don Ángel?
– Sin don.
– Mire, que ha venido un hombre al cuartel a denunciar que su burro Jamaro causó algunos destrozos por ir a ver a una burra de Pontedo.
– Eso mismo haces tú con mi sobrina y nadie te ha denunciado.