¡Cómo echo de menos al gran Lolo! En tantas cosas, pero también en situaciones ante las que no sabría qué decir y él siempre tenía alguna historia que aplicar, algo que le había contado uno de tantos amigos que en cualquier estamento o profesión tenía. Siempre me fascinaba con la historia de San Alejo, que le había contado un amigo cura, y narraba cómo el bueno de Alejo había ascendido a los altares porque, para evitar la tentación de la carne y consumar su matrimonio, por las noches se metía debajo de una escalera. No sé si es muy exacta la historia, pero así lo contaba él.
Viene el recuerdo a cuento, al margen de que cualquier día y cualquier motivo es bueno para recordar a Lolo, porque en un acto social leonés una alta autoridad presente llevaba zapatos rojos de tacón y el recordado dibujante le dijo: «En la corte de Luis XIV la máxima jerarquía de un grupo la ostentaba quien llevara los zapatos rojos»; ante lo que la máxima autoridad, que desconocía el dato, no pudo por menos que incorporarlo a su argumentario. Es más, profundizó en el estudio y en el siguiente encuentro ella, desde lo alto de sus zapatos rojos, le dijo: «No solo son símbolo de máxima jerarquía; además perfiles psicológicos muy científicos señalan que los ‘llevamos’ mujeres carismáticas, valientes y fuertes».
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