Las lágrimas también tienen colores. O grises, que dicen los clásicos. Ni todas las lágrimas son de pena, ni todas son de alegría, aunque serían las más evidentes.
Si ves a Mónica llorando, después de ganar una carrera —algo, por cierto, muy habitual en ella— tiendes a pensar en el titular más evidente de "lágrimas de alegría" o su variante "de felicidad".
¿Seguro? ¿Te parece que solo son de felicidad?
¿No habrá una mezcla de todos los colores, tal vez los de la bandera de su Extremadura natal mezclados con todos los sentimientos de la bandera leonesa que la acoge?
Su rostro dibuja demasiados sentimientos para un solo color ¿Tendrá algún nombre golpeando desde el recuerdo?, ¿habrá algún nombre presente en el presente?, ¿será el pago a tantos amaneceres de hielo y frío recorriendo carreteras y montes?, ¿será el pago a tantas horas de vinos y tapas cambiados por el hábito/necesidad de salir a correr compensadas por ser la primera en llevarse por delante la cinta de la llegada?, ¿será el desahogo de aquellas lesiones que pusieron en peligro este momento feliz?, ¿será que explota todo junto?, ¿son lágrimas arco iris?
La respuesta la tiene ella pero tal vez sea suya.