¿Cuántos hoteles de lujo casi recién construidos, por el Estado, son destruidos a los pocos años de haber sido el orgullo de una comarca o el centro de atención cuando, por ejemplo, la famosa reina Fabiola atravesó sus puertas para hospedarse?
¿Porqué fue precisamente Riaño un pueblo donde se rompió aquella costumbre tan del dictador de tapar los pueblos y dejarlos allí para que cuando bajaban las aguas los nostálgicos pudieran ir a ver su casa, los curiosos jugar a adivinar las calles del pueblo? Incluso El Filandón, la película de Chema Sarmiento, cambió su guión para que una de las historias, la de Julio Llamazares, se desarrollara entre las ruinas descubiertas de aquel pantano que construyó otro escritor.
¿Qué maldición sobrevuela sobre Riaño para que en aquel valle se haga realidad la maldición bíblica que decía aquello: «De cierto les digo que aquí no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada»?
¿Alguien tiene miedo a la resurrección?
Por cierto, hablando de piedra sobre piedra en un huerto de Burón siguen descansando las piedras numeradas del Palacio de los Allende que un día soñaron con ser el nuevo Parador Nacional de Riaño.