Las fiestas más celebradas y reconocidas de esa calendario estival que da sus últimos coletazos son, si duda, las miradas hacia atrás.
Batallas ganadas o perdidas, hechos históricos reales o presuntos, faenas agrícolas desaparecidas bajo las rejas de los tractores, bailes a la antigua usanza, mercadillos romanos y medievales, fiestas y recreaciones... se suceden en los cuatro puntos cardinales de la provincia, con éxito, dicen siempre los organizadores, que lo avalan con cientos, miles incluso, de asistentes.
Mirando hacia atrás sin ira.
Sin ninguna ira. Con nostalgia, con los móviles y cámaras preparadas para perpetuar en sus tarjetas momentos históricos, año tras año históricos.
Seguramente añoramos que en cualquier tiempo pasado fuimos más jóvenes.
Y, sin embargo, esa mirada hacia atrás sin la más mínima carga de ira se vuelve rabiosa cuando introducimos en ella el debate del enfrentamiento, si en la mirada hacia atrás metemos por medio el telediario o las cortes o los parlamentos de aquí o allá, incluso del más pequeño de los ayuntamientos, entonces tenemos que desterrar el mirando hacía atrás sin ira para mostrar nuestros ojos inyectados en sangre y rabia, en insulto y amenaza... entonces miramos hacia atrás con ira.