Cuando uno recuerda aquellos calentamientos antiguos para los partidos de los pueblos, de unos 7 segundos los largos y de 3 los habituales, y ve a los chavales de ahora, con siete porterías, rondos, palos para correr haciendo curvas, monigotes que hacen barreras, balones que pesan un quintal y no sé cuántas cosas más no puedes por menos que pensar que de cada campo salen siete internacionales. Y, sin embargo, cuando sale uno muy bueno los expertos siempre aseguran que «tiene las maneras del viejo fútbol en las calles, el arrabalero, cuando las porterías eran dos piedras» y se multiplicaban las discusiones sobre si el balón había ido alto o desviado, trazando lineas que nada tienen que ver con las del BAR actuales que demostraban con claridad que el balón iba desviado, para unos, o dentro, para los otros. De esa picardía dicen que nacían los genios.
Lo cierto es que en las gradas siguen con los mismos chascarrillos, sean pequeñas o grandes las porterías. En un partido de la Cultural, en Mieres, me tocaron detrás unos verdaderos genios de la grada, que también los hay, socarrones a más no poder, asturianones cerrados. Si uno se tiraba al suelo gritaban «mírale la tensión que le dan mareos»;si el balón salía desviado animaban al lanzador, «bien despejado»; si salía alto comentaban, «no es malo tirando a palos» ¿Habrá espectadores con cultura de calle?
Lo más leído