«Cuando no nos falta el pan nos viene a faltar el hambre» lamentaba la vieja copla del numeroso club de los inconformistas y protestones. Primero lamentan la sequía, después las lluvias y en medio insultan al hombre (o la mujer, que en esto no hay discriminación) del tiempo.
No se les pasa por la cabeza sacarse el carnet de socios del club rival, el de los conformistas, tal vez acomodaticios, que tienen por primer mandamiento el de «si no puedes con el enemigo... únete a él».
Que es lo que practican los de la foto, cansados de esperar a que deje de llover para su celebración... pues paraguas para todo el mundo, de todos los colores, de todas las esperanzas y con una frase escrita en la entrada, la que siempre decía aquel vendedor ambulante a pie que todos conocían por ‘Traqueta’ cuando le dibujaban negro el futuro: «Nunca llovió que no escampara».
En el platillo contrario el paisano de la boina que leía tranquilamente el periódico en el bar, sin que la intemperie le acosara pues vivía justo enfrente, y cuando uno de los clientes comentó, ante la insistencia de las lluvias, que «el agua siempre es buena»... casi no levantó la cabeza de la noticia, ni excesivamente la voz pero disparó su sentencia de crudo escepticismo: «Si la lluvia fuera buena iba a caer aquí por los c...».