No era la de la foto pero era exactamente igual. No era una percha pero era una bisagra...
Sí eran tres tornillos y una pieza todo el problema. Sí dependían de un organismo oficial. Sí se ofreció el manitas del centro a solucionarlo pero pensaron —los que tienen que pensar— que era mucho mejor seguir el conducto reglamentario, dar cuenta de la deficiencia, evaluarla, describir las piezas, solicitar otras nuevas y que fueran colocadas.
«En mala hora...», repetían aquellos.
«En mala hora...», lamentarán estos.
La respuesta —si fuera hoy dirían que es de inteligencia artificial pues de inteligencia natural tenía más bien poco— lamentaba y reprochaba lo incompleto del primer escrito, en el que no se incluía ni presupuesto, ni las ofertas de tres establecimientos para elegir el mejor.
- ¿Presupuesto para tres tornillos?; se preguntó el manitas.
- No, perdón, tres presupuestos.
- ¿Uno por tornillo?
Siempre salía a colación en aquel centro «la odisea de los tres tornillos» cada vez que se planteaba una reparación. Al margen de que no faltará quien me escriba por lo erróneo de la información pues eran «tres tornillos y una placa» que, cierto es, lo cambia todo.
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