La conversación de ese parlamento de viejos sabios de la tribu que es el muro de la plaza del Ayuntamiento —al que acuden cada mañana una docena de buscadores de sol de diferentes pueblos de la provincia—me llamó mucho la atención y me hizo pensar en los problemas que ignoramos porque no los padecemos.
- A mi la próstata me arruina; dijo uno que decía proceder de «la histórica tierra de Babia, donde veraneaban los reyes».
No acababa de entender su expresión y me metí donde no me llaman, que diría el director.
- ¿Se está tratando la próstata por la sanidad privada?; pregunté pensando que no podía haber otra razón para que la próstata arruinara a aquel buen hombre de noble tierra.
- No señor, en la pública.
- ¿Entonces, cómo es que le arruina?
- Muy fácil. Cada poco necesito evacuar y no hay dónde ‘por lo público’, entro a tomar un café y cada vez que me veo en la obligación me soplan casi dos euros. O sin casi.
Pensando en el olvidado club de la próstata caí en que quedaba en asunto menor esa necesidad de desatascar que todos sentimos después de estas cenas navideñas cargadas hasta los armantes.