Hace cuarenta años, justos, un pequeño pueblo de verdad —de los de 50 habitantes no esos que dicen en la tele «somos un pueblo muy pequeño, nos conocemos todos» y son 7.000 habitantes— decidió hacer una Semana Cultural, aprovechando que en verano igual eran más de cien habitantes.
Había incertidumbre en los corrillos de vecinos —lo que ahora llaman filandón— sobre qué sería la Semana Cultural pero, argumentaban, «habrá que ir, ya que se molestan en hacerla».
Y cada día, una horas antes de la hora marcada, llegaban «Aurelia, Josefa, Chonera, Valeriana, Doradía, Doración y todas esas» y se sentaban en los primeros bancos a la espera, trasladando el corrillo de lugar. Cuando pasaba alguno de la organización siempre se producía la misma conversación.
- ¿Qué nos ponéis hoy?
- Teatro.
- ¿Y mañana?
- Música.
- Mira qué bien.
«¿Para qué preguntáis si siempre decís que todo os parece bien», razonaba Giña, que tenía algo más de reprís.
- Pues para saber qué es lo que nos parece bien.
Somos una sociedad muy de «¿qué nos ponéis hoy?», aunque la verdad es que no siempre nos parece bien, ha crecido un poco el cabronicio general.
A aquellas mujeres un día les pasó algo extraordinario cuando preguntaron lo de siempre: ¿Qué nos ponéis?
- Hoy actuáis vosotras, subís al escenario y la tertulia que hacéis cada noche en el portal de Mavita la hacéis en el escenario. Le llamamos filandón tradicional.
- Ay María chacho.
Igual es lo que hace falta.