Si preguntas por un adjetivo para la imagen entre las respuestas, en un porcentaje importante, aparecerá ternura.
Curiosamente ternura para acompañar a uno de los nombres más injustos para un animal, burro ¿De dónde nace esa identificación? Mi vecino Joaquín, pastor de largo recorrido, tenía una teoría que no parece descabellada:
- Le llaman burro no por lo que el animal es, sino por la poca vista que tuvo en aceptar trabajar para el hombre con la docilidad que lo hace. Hay que ser muy burro para soportar lo que le hacemos los dueños, que encima es el hermano pobre de los señores caballos.
No le faltará razón.
Porque creer que su imagen de ternura le viene de Juan Ramón Jiménez y Platero supone concederle excesiva importancia a la literatura. Creer que se dignificó su imagen cuando Cristo entró a lomos de uno y los pueblos suavizan el nombre en las procesiones llamándole borriquillo igual es hilar demasiado fino y, además, el mismo Joaquín argumentaba que esa teoría no casa con una realidad constatada por él, que los que trabajan con burro cuando enfadan siempre juran contra el altísimo.
Extraño caso el del burro, que insulta con el nombre y convence con el comportamiento. Con el carácter. Y la estampa.
Habría que preguntarse lo de Lola Flores: «¿Quien te puso Salvaora?».