Retratos como si no costaran

Fulgencio Fernández y Saúl Arén
31/05/2024
 Actualizado a 31/05/2024
SAÚL ARÉN
SAÚL ARÉN

Nada más salir a la calle me manda un ‘wasap’ un paisano que vive en Barcelona: «Ya vas para el bar, cacho perro». Le pregunto si ya vino de vacaciones y resulta que no, «te estoy viendo desde casa».

Ocurre que el ayuntamiento se modernizó y han puesto no sé qué ‘cam’ que como pases por delante de la iglesia se chiva de todo lo que haces, quieras o no. Me asusté tanto del seguimiento que le dije a la mi Marga, cuando le pedí el ‘cortao’: «No me eches unas gotinas de orujo».

Al pasar por Matallana no tenía perras y fui a hablar con el cajero, que es una máquina no un paisano, y salió el obrero a parlotear conmigo. «Te vi en la cámara del cajero y dije voy a ver qué cuenta». 

Iba a sacar 500 euros y lo dejé en 50, no vaya a ser que crean que soy un potentado y me haga una inspección de Hacienda.

Me llaman por teléfono, la señorita algo (no le entendí el nombre) y me dice que «por razones de seguridad le vamos a grabar». ¿Seguridad de quién? 

Cuando entro a una tienda y veo unas cámaras con una luz verde que me apunta ya le pregunto a la empleada: «¿Oiga, a usted le suena que yo sea el hijo/nieto de Ana Obregón sin que yo lo sepa?». 

Cómo le hizo gracia preguntó: «¿Le importa que nos hagamos una foto»

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