Todos los ojos miraban estos días asustados para la televisión. No son pocos los que acabaron apartando la mirada, como si quisieran decir aquella frase que un día dijo Chon la de Soulecín: «Ya no soporto más muertes». Prefirieron volcarse, donar, que seguir viendo tanto dolor.
Pero los más veteranos del valle de Valdeón se asustan al ver multiplicado por millones el miedo que ellos sufrieron en aquel diciembre de 1980 cuando en su valle se desató ‘el turbión’ y se llevó por delante casas, cuadras y hasta la vida de Tío Quico, un anciano que murió ahogado.
«En Caín nos enriscamos para que no nos llegara el agua, que en esos estamos muy entrenados», le decían a la prensa de la época después del susto, mientras limpiaban las calles convertidas en barrizales y miraban impotentes para las paredes de las casas que había llevado el turbión, que ésa era la definición del fenómeno.
Y entre tantos testimonios, recuerdos, palabras y lamentos la reflexión de un histórico de aquella montaña de Picos de Europa, Alfonso Gao, de la raza de El Cainejo:«La montaña la entiendes, la nieve la combates, pero el agua es otra cosa, es muy traicionera».