No tienen cruz, su moneda siempre es ‘a caras’ cuando acuden a ayudar a quien le toca la cruz de la vida. Ya sea el agua desbocada, el fuego cruel, el anciano olvidado en su encierro y hasta el gato atrapado....
Al margen del magnetismo de los uniformes, de la anécdota de los calendarios solidarios por la Navidad, son gentes a las que se aplaude con la mirada cuando pasan pues siempre van a ayudar.
Cierto que para eso están pero mucho más cierto que ellos quieren estar, que han dejado vidas en ello y hasta hay historias de hijos que han caído exactamente en la misma situación que sus padres.
Bomberos, bomberos forestales, militares de emergencias sin miradas a las guerras, guardias civiles de rescate en montaña sin boletines de denuncias, voluntarios diversos que acuden allí donde hacen falta.
Valencia ha vuelto a ser su destino, allí estaban, con unos trajes llenos de barro que cuelgan a secar en cualquier rincón de sus dependencias para que vuelvan a estar listos para otra salida a la cruz de la vida. No todo es tan agradable como un calendario solidario.
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