Siempre son la imagen más tierna, bella e ingenua de las estampas diarias. Porque a su edad el mundo todavía es de todos, la belleza está en la mirada de quien observa, los sueños siempre están haciendo cola en el bullicio de la cabeza de esos niños que en su inconsciencia son conscientes de que tan solo tienen dos obligaciones: ser trastos y tener mocos.
Y las dos obligaciones, sumadas a los sueños que hacen cola en su cabeza, dan como resultado un niño percusionista, el que encontró un bombo con sus palillos como quien encuentra un perro abandonado en la calle, le acaricia y ya no puede separarse de él.
Porque un niño trasto y un perro abandonado son una sociedad indestructible.
Porque un niño con cola de sueños esperando y unos palillos para un bombo posado en el suelo son una tentación innegociable. Además, todos juntos son pasto de las cámaras de fotos que buscan plasmar la cara amable del mundo que, por raro que os parezca a los que consumís telediarios, existe; aunque no lo creas para la ternura siempre hay tiempo.
Y, si no lo crees, vuelve a mirar la foto.