No podréis decir que los ‘foteros’ de la casa no están bien coordinados; ayer el maestro desempolvaba una imagen de toros y hoy el alumno toma los mismos derroteros: la feria taurina, esa fiesta de luces y sombras.
Ellos por lo taurino y dejan una nota: «Ahora, torea tú, pero no entres a matar».
Recuerdo la vieja anécdota del antiguo maestro, cuando subían en tren a torear en Madrid, y ante el fogonazo de la máquina al apearse le dio un consejo al lento tren: «Esos cojones... subiendo Despeñaperros».
Eso han hecho. Colocan el morlaco para la suerte suprema y ahí te quedas. En Despeñaperros.
Me cuido. A ver si evito la eterna broma del no menos eterno concejal Cabañeros cuando me encuentra: «El único crítico taurino de España que es antitaurino».
Me consuela saber que, dentro de lo que cabe, la expresión encierra más mentiras que Villanueva de las Manzanas en el nombre. Ni crítico, ni taurino y, si me apuras, ni siquiera antitaurino. En eso me acojo a la doctrina marxista, que nadie se asuste, aquella de que jamás pertenecería a un colectivo que pudiera tener a integrantes como yo.
En medio de tantas dudas sí que hay algo realmente incuestionable: la imagen es bella, como tantas otras del proceloso mundo taurino.